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¿Dónde es la fiesta?

Estreno en Sarajevo de 'El refugio'

Alfonso Armada

No había sido una tarde especialmente tranquila. En los alrededores del palacio presidencial habían caído varias granadas. No lejos del teatro donde la compañía Teatro de Guerra iba a estrenar la obra El refugio, los proyectiles serbios habían desfigurado algunas viviendas y arrebatado algunas vidas. Los cadáveres de tres niños de 10 años reposaban en la morgue del hospital de Kosevo esperando turno. Dos empleados lavaban en aquellos momentos el cuerpo de un hombre de 40 años. Sólo llevaba unos viejos calzoncillos y varias heridas en el vientre, en el costado y en la cabeza.

La función empezó a las cinco de la tarde en el cabaré convertido en refugio del Teatro de la Juventud. Cerca de 100 personas habían desafiado a los morteros, a los francotiradores y a la lotería de las bombas para asistir al estreno mundial de El refugio.

La obra, escrita al alimón por el director de escena Dubravko Bibanovic y el autor dramático Safet Plakalo, plantea un dilema que en Sarajevo, una ciudad sitiada desde hace cinco meses, es el pan amargo de cada día: ¿Desde dónde combatir, desde tu trabajo o desde la primera línea? Los miembros del Teatro de Guerra de Sarajevo, que han sufrido en sus carnes los efectos devastadores de la guerra (un técnico de luces muerto por una granada y dos actores con sus piernas amputadas por culpa de un mortero), han debatido hasta la saciedad qué hacer. Un qué hacer absolutamente brechtiano. Su respuesta la dieron el viernes, a las cinco de la tarde, mientras las bombas volvían a sembrar fuego y muerte sobre la ciudad levantada a orillas del río Miljacka. Bertolt Brecht se hubiera sentido a gusto entre el público. He ahí una muestra viva de su teoría teatral: vida llevada al escenario, pasión convertida en arte y distancia para que la emoción no enturbie el entendimiento de la realidad.

Miodrag Trifunov, Miki, el actor que representa en la obra al director de escena, partidario de hacer teatro como una forma de preservar la dignidad, la integridad, la normalidad de la vida en medio de una población y una ciudad sometidos a una lenta aniquilación ante la mirada silenciosa de Europa, lleva en el teatro la misma ropa que en la realidad. Es algo muy común aquí. Por eso no es rara la sensación de estar viviendo algo que a fuerza de ser tan real resulta irreal: como los cadáveres de los niños muertos en el depósito de cadáveres, como que caiga un mortero y mate a ocho personas en medio de un mercado un domingo por la mañana y de todas esas vidas sólo queden dos cerebros y unas gafas sobre el cemento, o que disparen a los transeúntes como si de una nueva especialidad de caza o de deporte infame se tratara. El refugio mezcla esos dos ingredientes: la dureza de la vida cotidiana, una dureza no mensurable en términos razonables, sino una dureza hecha de nítida crueldad, y un humor a prueba de bombas. Las bombas que cayeron afuera, en el exterior del teatro, antes de la representación, durante la representación y al final de la representación.

Bombas que no son figuras retóricas, efectos especiales para hacer más verosímil lo que ocurre en los teatros y cines del mundo. Pero a los habitantes de Sarajevo no les gusta dramatizar, del mismo modo que no se resignan a perder el humor, a maquillarse, a abandonar los refugios, a salir a la calle. A ir al teatro. Por eso la obra transcurría no sólo en el escenario, sino en el improvisado patio de butacas del cabaré-refugio del Teatro de la Juventud: en ese grupo de ciudadanos y ciudadanas, de milicianos, que habían tomado la decisión de ir al teatro. Uno ha oído muchas veces la expresión "teatro necesario". Nunca había tenido ocasión de comprobarlo en la propia piel: en la risa, el silencio, la expectación, los aplausos de un grupo de habitantes de Sarajevo que fueron al teatro a pesar de que su ciudad estaba siendo bombardeada. Teatro y vida en un mismo delgado hilo ardiendo.

El precio de la entrada

Por cierto, Miki, el actor que representa al director de escena, que defiende frente al autor la necesidad de combatir desde el escenario como algo tan importante como combatir en el frente de batalla, llevaba una inscripción en el peto del pantalón vaquero que también usa en la vida real: Where is the party? (¿Dónde es la fíesta?), decía. La fiesta es aquí, en el centro de la ciudad vieja, en el cabaré-refugio del Teatro de la Juventud. La pieza seguirá representándose en los próximos días. A continuación el Teatro de Guerra de Sarajevo hará una gira por algunos de los más renombrados refugios de la ciudad, Si tiene ocasión, no se lo pierda. Precio de la localidad: una cajetilla de tabaco.

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