Una leyenda del humanismo musical
Bastaron un par de minutos para percibir con claridad que nos podíamos abandonar a la belleza de la música sin estar pendientes de los intérpretes, síntoma inequívoco de que la interpretación iba a ser de las que arrebatan, de aquéllas en que el tiempo flota de otra manera y la música nos envuelve con su hechizo.
Con los primeros compases de la cuerda en la Noche transfigurada -cálidos, carnosos- vislumbramos que estábamos en otro mundo, es decir, en este mundo. Los fantasmas musicales evocados de Weber, Wagner, Strauss y tantos compositores queridos, ligados por la historia a la Staatskapelle de Dresde, llenaban todos los rincones del Palacio de Festivales de Santander en la jornada de clausura del 41 Festival Internacional. Pero la leyenda de esta mítica orquesta fundada en 1548 se confundía con la realidad. Era excitante comprobar que aún siguen estando entre los mejores.
Sächsische Staatskapelle Dresden
Director: Giuseppe Sinopoli. Schoenberg: Noche transfigurada, opus 4. Bruckner: Sinfonía número 4, 'romántica'. Festival de Santander. Jornada de clausura. 31 de agosto.
Posromanticismo
Empezaron con Schoenberg, embelesando con un lirismo de una densidad ligera, lleno de una melancolía posromántica infinita. La última versión para orquesta de cuerda de 1943 de la Noche transfigurada, basada en las impresiones musicales ante un relato del poeta modernista Richard Dehmel, no perdía el carácter camerístico con que fue creada en 1899 para sexteto de cuerda. Es más, la belleza crecía con la materia y envolvía, por así decirlo, como si estuviéramos ante un sexteto de 59 instrumentistas. Se sentían las herencias y se vislumbraba la inquietud del latir personal de Schoenberg en su tratamiento musical de temas ligados al romanticismo tardío.Giuseppe Sinopoli, director principal de la orquesta desde la temporada 92/93, se limitaba a acentuar levemente algún pasaje, algunas entradas, algunos contrastes. La música fluía sola, delicada y sugerente en las violas, cantable y melodiosa en los violonchelos, poderosa en los contrabajos, perfectamente equilibrada y mágica en el conjunto.
Con la Cuarta sinfonía de Bruckner, se incorporaron los instrumentos de viento y percusión. Sinopoli optó por la claridad, por subrayar en todo caso el acento romántico, prescindiendo de énfasis gratuitos o dinámicas espectaculares, absorbidas por otra parte por la acústica seca del teatro. Aquí y allá surgían pinceladas exquisitas, bien por el fraseo de las violas en el segundo movimiento o por el de las trompas en el scherzo, donde los ecos de cacería estaban más cercanos en el espíritu a susurrantes aires palaciegos que a la incontenible ebullición producida por la presencia de la naturaleza. Sinopoli y su orquesta se dejaron llevar más por la serenidad que por el análisis de tensiones ocultas de la construcción formal.
Babelia
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