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Afganistán se rompe

Los rebeldes aceptan un alto el fuego tras la más sangrienta de las ofensivas

Gulbudin Hekmatiar, el líder de la facción radical de Hezbi Islami y responsable de la más sangrienta ofensiva que vive Afganistán desde la intervención de las tropas soviéticas en 1979, aceptó ayer un cese el fuego de 72 horas, solicitado por el Gobierno paquistaní para enviar una delegación a Kabul que negocie con los rebeldes y el Gobierno una solución pacífica. La temida guerra civil que se cernía sobre el país con la expulsión de los protectores soviéticos ha estallado en toda su fiereza una vez derrocado, en abril pasado, el Gobierno del procomunista Mohamed Najibulá.

Afganistán se rompe en un pavoroso estertor de lucha fratricida que ha dejado de interesar al mundo occidental desde el momento en que el último soldado de la desaparecida URSS abandonó su territorio, el 5 de febrero de 1989. Tras dos semanas de combates ininterrumpidos, los muertos se cuentan por miles, y por cientos de miles los civiles huidos del horror de Kabul. Con esta ofensiva Hekmatiar pretende hacerse con el poder absoluto en Afganistán y aplicar una ley islámica aún más férrea que la establecida en Irán o Arabla Saudí. "Yo tengo la verdad del islam", dijo durante una entrevista con este periódico hace cuatro años.El asesinado presidente paquistaní Zia Ul Haq fue quien eligió entre los líderes de la guerrilla afgana a Hekmatiar como beneficiario de la ayuda norteamericana para combatir al régimen prosoviético de Kabul. Zia, un integrista disfrazado de amigo de Occidente, consideró que este radical era el hombre idóneo para establecer una barrera de fe -Afganistán, Pakistán e Irán- que impidiera la expansión del comunismo y de la extravagancia politeista hindú.

La visión religiosa de Zia se ha vuelto ahora no sólo contra Afganistán, sino también contra el mismo Pakistán. Consciente de que la bandera integrista le ha reportado menos adeptos de los esperados, Hekmatiar comienza a agitar la del nacionalismo pashtún para derrocar al Gobierno de Kabul.

Mosaico

El mosaico afgano se compone de un 50% de pashtunes, 30% de tayikos, 12% de hazaras (shiíes) y 8% de uzbekos, turcomanos y otras minorías étnicas. Los siete partidos que integraron la alianza muyahidin contra el régimen de Najibulá eran favorables a la instalación de un Gobierno islámico en Kabul, si bien no tan raclical como el que pretende Hekmatiar, pero nunca salvaron sus diferencias étnicas y tribales, como demuestran los hechos recientes.El actual presidente afgano y líder de Jamiat Islami, Burhanudin Rabani, como su mejor comandante y ministro de Defensa, Ahmed Sha Masud, es un tayiko. Los hombres de Masud, conocido como el León del Panshir, y las milicias uzbekas del desertor gubernamental Abdul Rashid Dostam fueronquienes dieron la puntilla al régimen de Najibulá, quien se refugió en la sede de la ONU en Kabul, a la espera de una oportunidad para salir del país.

La excusa de Hekmatiar para lanzar la, actual ofensiva fue que el Gobierno se niega a expulsar de Kabul a esa milicia uzbeka. Detrás de esta exigencia aparecen consignas cada día más nacionalistas según las cuales los paslitunes deben gobernar Afganistán, como han hecho en los dos últimos siglos. Esto ha ocasionado la expulsión de Hezbi Islami de la coalición gubernamental y la consideración de "eneinigo público" de su líder.

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Hekmatiar, como pashtún cuenta con la mayoría de la población afgana y gran parte de la población del noroeste paquistaní, donde el sueño de un Pashtunistán independiente se acaricia desde hace más de un siglo. La cerrazón de Estados Unidos al alimentar a la fiera hasta perder control sobre ella y los intereses encontrados de iraníes, paquistaníes y de las nuevas repúblicas surgidas de la desaparecida URSS -Uzbekistán, Tayikistán y Turkmenistán- amenazan con romper definitivamente Afganistán.

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