La revolución italiana
Lo que está sucediendo en Italia se parece mucho a una revolución, una revolución incruenta, si bien se presentan en algunas zonas del país situaciones cruentas, por ejemplo en Sicilia, Campania, Calabria, donde la actuación de los grupos mafiosos, que dominan el territorio, comporta acciones violentas. Se trata de una revolución que lleva a cabo el cambio de una clase política que por casi cincuenta años ha dominado la escena política italiana. Esa clase política estaba representada principalmente por los partidos Democracia Cristiana, el Partido Socialista y sus aliados, el Partido Republicano, el Partido Liberal, el Partido Socialdemócrata y por el partido que representa a la oposición, el antes comunista y hoy llamado Partido Democrático de la Izquierda.El sistema de partidos tradicionales con sus en órmes aparatos se halla en estos momentos en un periodo de profunda crisis de aceptación por parte de una sociedad cada vez más desconfiada de la moralidad de sus, integrantes, y más propensa a elegir movimientos políticos -la Liga, la Rete, por ejemplo- que se alejan del modelo relativo a los partidos. Lo que hoy se pone en entredicho es que los partidos representen y se hagan cargo de las necesidades que vienen de la sociedad, y no sean, en cambio, representantes de intereses del aparato del partido. Lo está demostrando la justicia italiana que los partidos cuestan excesivamente, y que sufragar estos costes, costes estos que en fase de recesión la sociedad no consigue absorber, significa establecer un sistema de relaciones productivas.
En Italia se ha visto, y España le sigue a la zaga en esa dirección, que cuando no existe rotación política la gestión políticoadministrativa resulta ser un caldo de cultivo de la corrupción, y que en esa situación de bloqueo, de estaticidad política, el único factor dinámico resulta ser la magistratura, se puede casi pen.sar que, en ausencia de cambio político, el sistema judicial propicia una rotación política. Está claro que en estos momentos un elemento se desprende de estos hechos: ¿cómo tendrán que ser los partidos del futuro próximo? Deberán contar con un aparato ligero que no le cueste excesivamente a la comunidad, a los contribuyentes, y las reglas de funcionamiento tendrán que ser transparentes, fácilmente controlables por la sociedad.-
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