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Jordi Pujol teme que los éxitos de los deportistas españoles releguen la imagen del nacionalismo catalán

Difícilmente se puede encontrar estos días a un político que tenga tantas ganas de que acaben los Juegos Olímpicos como Jordi Pujol. El presidente de la Generalitat vive una sensación contradictoria: por un lado, es consciente de que Cataluña, de la mano de Barcelona, se ha situado en el mapa para centenares de millones de personas; por otro, el éxito deportivo de los atletas españoles ha desatado una euforia colectiva perceptible en cualquier escenario de competición. El pasado sábado, el Camp Nou registraba una entrada para presenciar un partido de la selección de fútbol inconcebible en otras circunstancias. Como colofón, la apretada agenda de entrevistas de Pujol con personalidades extranjeras ha pasado inadvertida para una opinión pública pendiente de unos escenarios en los que el presidente catalán no se ha prodigado.

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Agravios acumulados en silencio

El protagonismo del vicepresidente del Gobierno, Narcís Serra, y del alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, ha sido en estas dos semanas claramente superior al del presidente de la Generalitat.Se podría decir que a Pujol, fruto de un mal cálculo, le ha fallado el escenario. Cerró una agenda de entrevistas políticas -similar, por otra parte, a la de Pasqual Maragall- aprovechando la estancia en Barcelona de mandatarios de todo el mundo.

Las reuniones, que le han retenido muchas horas en el despacho, han tenido para su desespero un trato muy discreto en los medios de comunicación. Han carecido de interés político y se han convertido, en última instancia, en unos contactos con alto contenido protocolario, de los que, pese a ello, espera obtener rentabilidad en el futuro.

Esta situación y un aparente desinterés por presenciar pruebas deportivas -"yo sigo trabajando", ha llegado a comentar, molesto, cuando se le preguntaba por clamorosas ausencias en el palco- han trazado un perfil muy diferente al del Pujol nunca agotado y capaz de aparecer como un político omnipresente en los acontecimientos públicos más dispares que se producen diariamente en Cataluña.

Han sido sus adversarios políticos más cualificados -como Serra y Maragall, a los que Pujol siempre ha temido como hipotéticos rivales en una contienda electoral catalana- quienes han capitalizado esta situación y han ocupado este puesto de preferencia al lado de los Reyes.

Serra y el Rey

La imagen de un Narcís Serra al lado del Rey, forzada en ocasiones por el propio presidente del Gobierno -otro gran ausente- y recogida reiteradamente por las cámaras de televisión, ha dado a los Juegos "un acusado aire español, a juicio de dirigentes de Convergència i Unió (CiU). "Desde el punto de vista nacional, los Juegos han ido progresivamente mal", manifestó a este diario un destacado dirigente de CiU.

Este balance, en el que han coincidido otros miembros de la coalición nacionalista, muchos de ellos históricos colaboradores de Jordi Pujol, es compartido prácticamente sin grandes matizaciones por él mismo.

Pujol, en conversaciones privadas, describe el siguiente panorama: hasta la ceremonia de inauguración, los Juegos eran básicamente catalanes -una encuesta publicada por EL PAÍS el pasado 13 de julio, tras una intensa polémica sobre la catalanización de los Juegos, situaba a la Generalitat como la Administración que más había hecho por los JJ OO-, pero desde entonces el protagonismo de Cataluña, según su análisis, se ha ido diluyendo para adquirir un carácter marcadamente español.

Esta impresión no ha aparecido, sin embargo, en ninguna de las declaraciones públicas de Pujol, que ha evitado con esmero introducir elementos disonantes en un momento de euforia general. Pujol se ha limitado a resaltar el éxito organizativo de los Juegos y a destacar la importancia que tiene como carta de presentación de Cataluña en el mundo. Nadie duda de que, una vez finalizada la ceremonia de clausura, Pujol no dejará pasar muchas horas hasta dar a conocer su valoración, aunque hay un total hermetismo sobre si expondrá su malestar.

Fiesta de símbolos

Las escenas de espectadores portando banderas catalanas y animando a España o bien la de los triunfadores enarbolando enseñas españolas, catalanas o de otras comunidades ha quitado a la senyera el inicial símbolo de demostración de fuerza nacionalista que algunos intentaron darle. Lo que se pretendía que fuera un pulso de reivindicación de soberanía para Cataluña ha sido en realidad una exhibición festiva de símbolos propios y comunes.

Muchos dirigentes de CiU pretenden que, una vez hayan concluido los Juegos de Barcelona, la Generalitat apoye decididarnente el reconocimiento del Comité Olímpico Catalán (COC) para que en la cita de Atlanta (Estados Unidos) de 1996 Catalufia pueda competir con equipo propio.

Es precisamente el partido menor de la coalición, Unió Democrática, el que se ha situado al frente de esa reivindicación ante el silencio momentáneo del presidente Pujol.

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