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Un mercado común, universitario

El autor prosigue, en este capítulo, con su análisis de los cambios que necesita la Universidad Iberoamericana para poder cumplir su papel en la nueva sociedad emergente. Analiza la importancia de la investigación y de la formación cultural integral; el nuevo papel de alumnos, profesores y gestores; y apoya la idea de la creación de un mercado común universitario iberoamericano.

El futuro de la universidad depende, de todos modos, de la calidad, del contenido y del alcance de la investigación, que dé respuesta a las grandes interrogantes básicas de la ciencia así como a los grandes problemas, en toda su compleja interacción e interdependencia, como, por ejemplo, casi todo lo relacionado con el medio ambiente, el hoy por hoy utópico pero necesario desarrollo sostenible, la cooperación internacional en sus múltiples aspectos y niveles, o el propio estudio sobre el futuro de la sociedad y de la universidad, incluida la actualización de las viejas profesiones, el diseño anticipatorio de las nuevas profesiones y titulaciones apropiadas, el desarrollo de una pedagogía universitaria moderna o los mecanismos biopsicológicos del aprendizaje. Más aún; todo programa de formación superior debería incluir regularmente una componente de investigación (al menos del tipo de la llamada ciencia práctica o investigación en equipo), para aplicar el método científico sin esperar a las tesinas o al doctorado, del mismo modo que una cierta "alfabetización" sobre las nuevas tecnologías resulta ya indispensable o irrenunciable en la formación de los profesionales, de los hombres de cultura y de los propios investigadores de otros campos. Del éxito de esa futura Universidad depende, a su vez, la sociedad del futuro.

Juicio crítico

Todo esto conlleva, desde luego, otros muchos cambios de enfoque y de contenido de cara al futuro, empezando por reivindicar una mucho más amplia formación cultural integral, al punto que la expansión de los estudios en letras, ciencias sociales. y humanas debiera ser, sobre todo, en cuanto componentes de los estudios universitarios básicos.

Por su parte, el dominio del método científico debiera ir acompañado de un refuerzo del juicio crítico de los discentes, al parecer cada vez más acallado, junto con el aprendizaje sólido de todos los instrumentos de comunicación indispensables para un universitario de nuestros días y, no digamos, del mañana, que van desde el lenguaje cultural propio, hablado y escrito, a las lenguas instrumentales extranjeras, pasando por el lenguaje informático, científico, tecnológico, o medioambiental, sin olvidar el lenguaje y la visión prospectiva en otros campos.

Además de la actualización continua de los contenidos a la luz de las investigaciones, los planes de estudios tienden poco a poco a reconocer la internacionalización de los estudios, aunque probablemente no lleguen nunca a materializarse en las "global classroorns" que propugnaba R. Hutchins en The learning society. De todos modos, la enseñanza de cualquier, tema concreto va a exigir, cada vez más al igual que en la investigación, un marco cada vez más amplio en el espacio, en el tiempo y en relación con los ámbitos del saber.

Éstos y otros muchos cambios de enfoque, contenido y alcance de la futura Universidad sólo tendrán viabilidad si se parte de una renovación profunda del alumnado, del profesorado y de los gestores universitarios: alumnos de plena dedicación, ilusionados y sedientos de saber y no simplemente de dinero y cargos, conscientes que la Universidad es parte del proceso de formación permanente y que, por tanto, a lo largo de la vida, deberán actualizarse y reciclarse periódicamente. En un futuro próximo, la Universidad tendrá que ofrecer cursos de reciclaje regulares en todas las especialidades y llegará el día en que los títulos académicos, para ser profesionalmente válidos, exigirán ese refrendo periódico.

Por su parte, los profesores deberán ser consumados especialistas en su respectivo campo de investigación y docencia, pero también con visión universal e inquietud interdisciplinaria. En la docencia tendrán que estar cada vez más abiertos al diálogo y primordialmente interesados en el aprendizaje de sus alumnos, procurando una cada vez mayor colaboración a tiempo parcial de profesionales destacados del sector, sobre todo en tecnologías y demás experiencias de vanguardia.

Y por lo que se refiere a los administradores de la Universidad del futuro, no sólo tienen que ser eficaces en su gestión ordinaria sino también muy especialmente en la planificación del desarrollo institucional y en la consecución de la máxima rentabilidad de los medios utilizado! frente a los resultados obtenidos, abriendo continuamente nuevas modalidades flexibles de colaboración con la sociedad en el seno de la Universidad o bien llevando las actividades universitarias a los centros de trabajo y producción, industrial, agrícola o comercial, así como a otros centros de investigación aplicada, de estudio o reflexión, locales, nacionales o transnacionales, tal como se ofrece ahora la oportunidad de una estrecha colaboración a través de redes interuniversitarias coherentes de excelencia.

Establecer un mercado común cultural latinoamericano, como con tanto acierto lo auspicia el presidente Luis Alberto Lacalle, de Uruguay, o más simplemente organizar un mercado común universitario iberoamericano, constituiría uno de los mayores y más importantes experimentos jamás acometidos, junto con el de la unión europea, con miras a una internacionalización del aprendizaje. Ello implicaría un esfuerzo conjunto y solidario en la transformación de las actuales Universidades de cara al futuro, procurando mayor similitud en los títulos, en los criterios aplicables a las investigaciones y en los contenidos docentes, por ejemplo, así como en las retribuciones y requisitos del profesorado, lo que permitiría en la práctica la libre circulación del profesorado y de los doctorandos.

Convalidación individual

La empresa no es fácil de llevar a cabo, desde luego. Tal como lo muestra la historia, resultará mucho más cómoda la libre circulación de ideas, estudiantes, profesores e investigadores, con todas sus limitaciones, que cualquier cambio institucional, y será mejor aceptada la convalidación individual de títulos que establecer unos criterios internacionalmente válidos de equivalencia automática de estudios y títulos, entre otros muchos posibles ejemplos. Lo cierto es que la internaciorialización universitaria se suele aceptar bien en las grandes definiciones y en sus aspectos más cosmopolitas, pero cuesta un gran esfuerzo hacerla operativa en cuanto afecta intereses locales concretos. Y, sin embargo, de su implantación futura depende en gran medida la viabilidad de toda comunidad cultural, política, científica y económica transnacional.

En estos tiempos de profundos y rápidos cambios de todo orden, la Universidad es instrumento a la vez que objeto de cambio y, aunque no es la panacea que puede garantizar un porvenir dichoso, sí es la institución que más puede contribuir, desde un planteamiento global, a preservar y desarrollar la calidad de vida y a respetar y acrecentar el futuro material y espiritual de la humanidad. Tal es el honor y el futuro de la Universidad que amamos.

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