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Reportaje:LOS OTROS ESPAÑOLES / 2

Vivir en el límite

El umbral de la pobreza es de 600.000 pesetas, pero la subsistencia depende de otros factores

El umbral de la pobreza está establecido, según convenciones internacionales, en la mitad de la renta per cápita de un país. En España se colocaría en algo menos de 600.000 pesetas anuales por persona. Pero muchos especialistas piensan que esa definición, además de arbitraria, es poco útil. Porque los límites de la pobreza o, mejor, de las dificultades de subsistencia, dependen también de otros factores. Sobre todo de las circunstancias personales y del lugar de residencia. Sin embargo, lo más preocupante es que muchas situaciones de aparente bienestar son fácilmente vulnerables.

Elvira Sarregón tiene 35 años. Vive en Fuenlabrada con su hijo de seis. Es una madre soltera. Trabaja, con contrato rijo, en una empresa de limpieza. Gracias a sus cinco trienios gana 80.000 pesetas al mes. Antes de la dura huelga del pasado invierno cobraba en torno a las 70.000. Paga 15.760 por el recibo mensual del pequeño piso que hace 10 años compró con su hermana, pero ésta se casó y vive en el pueblo de Extremadura de donde vinieron de jovencitas y al que también ha vuelto su padre, para trabajar de bracero tras quedarse sin el empleo de peón de la construcción que tenía en Madrid. Elvira está sola en la ciudad.Otras 25.000 pesetas paga a la vecina que cuida al niño m entras ella, desde las dos hasta casi las once de la noche, va a su trabajo en Leganés. Gracias a que vive relativamente cerca pierde poco tiempo en los traslados.

Los gastos de comunidad le cuestan 9.00 0 pesetas. La luz, 5.000, según los meses. En invierno, más. No tiene calefacción central, como casi nadie en los barrios periféricos. El teléfono en torno a las 3.500. Lo que queda se va en comida. En el colegio nacional, donde el crío entró a los cuatro años, no le han concedido una beca de comedor: "Gano más del tope que hay para eso".

Sobrevivir

Por ese mismo motivo tampoco recibe las 3.000 pesetas mensuales por hijo que el Estado proporciona a quienes, tienen ingresos por debajo del salario mínimo. Elvira no es oficialmente pobre. Sus ingresos anuales la colocan cerca de la media nacional: en torno a 1.150.000 pesetas. Ella se pregunta: "¿Cómo sobreviven los que están peor que yo?"Mujeres separadas y madres solteras expresan, muchas veces dramáticamente, cómo la unidad familiar es una de las claves del relativo bienestar de los sectores populares. "Ese dato", dice el sociólogo Jesús Leal, "es lo que hace que la evolución social de España no sea del todo convergente con Europa. El tamaño medio de una familia en Múnich es de 1,8 personas, en París de 1,9. En Madrid es de 3,2. La familia es un lugar de refugio y. la alteración de la institución familiar puede llevar a la pobreza en los estratos más bajos".

Una pareja con hijos no sólo se reparte las imprescindibles tareas domésticas. También reduce el coste unitario de subsistencia, porque una madre soltera y su hijo no gastan dos tercios de lo que gastarían si el padre viviera con ellos, sino bastante más. Pero, lo que es más importante, en muchos hogares de parejas de las clases populares con edades entre los 20 y los 50 años, entra más de un ingreso. Y eso es decisivo porque, según el Instituto Nacional de Estadística, el 37% de los salarios no llega al millón de pesetas anuales.

El acceso de la mujer al mercado de trabajo es un fenómeno reciente, pero esa corriente es creciente y, en parte, explica la dificultad de reducir las tasas de desempleo. Mientras el paro masculino bajó del 20,5 de 1985 al 12% en 1990 el femenino siguió aumentando hasta un 24,2% en 1990.

"En la mayor parte de los casos trabajar no es una vía de liberación para la mujer sino una necesidad imperiosa" dice el economista Santos Ruesga, quien opina que, además de las actividades regulares, la mano de obra femenina está intensamente ocupada en la economía sumergida. De los estudios que él hizo en 1985 y de otros realizados el año siguiente y en 1988 por el Ministerio de Economía se deduce que en el servicio doméstico, el trabajo irregular, sumergido, constituye el 60% del total, siendo el 43% en la confección y el 37% en la industria del calzado. Son sectores en los que el empleo femenino es altamente mayoritario.

En general, son ingresos bajos y difícilmente podrían mantener siquiera a un individuo, sirven para reforzar la economía familiar y contribuyen a explicar el mayor bienestar económico que todos los indicadores confirman en los sectores más bajos de la población. Pero son también un signo de la vulnerabilidad de muchas situaciones. Si por cualquier tipo de motivo la mujer deja de trabajar, la economía familiar se resiente gravemente y las mujeres separadas, abandonadas o viudas, madres solteras, o jóvenes que abandonan el hogar paterno constituyen lo que el sociólogo de Cáritas Víctor Renes llama la "feminización de la pobreza".

"El paro total no existe: siempre te buscas la vida". Lo dice Alicia, nombre ficticio de una mujer de 32 años, que no quiere que su nombre se publique para que sus padres no sepan que no tiene trabajo. Llegó a Madrid hace seis. años con la esperanza de que su diploma de auxiliar administrativo le sirviera para algo. Lo que encontró fue un puesto en una empresa de limpieza. Lo aceptó por un tiempo. Estuvo más de cuatro años. "Al final comprendí que nunca iba a salir: me fui al paro a dedicarme a buscar algo mejor".

Alicia lleva así más de un año. Ha hecho varios cursillos de formación pagados y no pagados. Ahora cobra 23.000 pesetas en uno de ellos. Vive, gratis, en casa de una amiga, cerca de Lavapiés. Gasta más en transportes que en comer. Cuando las cosas se ponen muy mal, "me busco alguna cosa como limpiadora. Claro, no me pagan las 800 o 900 pesetas a la hora que ganan las fijas en las buenas casas", añade. Ella acepta su situación, es su forma de invertir en futuro. Porque lo que quiere es encontrar un trabajo de administrativa. Ha hecho más de 20 pruebas en otras tantas empresas y consultoras. Hasta ahora sin éxito. "Pero ya llegará", dice.

Julio César Navarro tiene 24 años. Las cosas no le van del todo mal. Tiene un trabajo fijo como camarero en la cafetería de un hipermercado. Gana 88.000 pesetas. Acaba de terminar de pagar un utilitario que durante cuatro años le ha costado cerca de 35.000 pesetas al mes. Lo usa para ir al hiper, que está a más de 25 kilómetros de su ciudad, Alcalá de Henares. Allí vive con su madre, viuda de un metalúrgico, que cobra una pensión de 45.000 pesetas, y con su hermana, minusválida, que recibe otra de 25.000. En total cerca de 160.000 pesetas entran en la casa todos los meses. No son pobres, según las denominaciones al uso. "Pero", se pregunta Julio César, "¿qué pasaría con mi familia si encuentro una chica y me caso? Ni siquiera me lo planteo".

La difícil emancipación

Según la escala de emancipación de los jóvenes elaborada por el Instituto Nacional de Estadística, el 22,7% de las personas entre 15 y 19 años vivía en situación de autonomía adulta plena en 1984. Cuatro años después, en 1988, el porcentaje había bajado al 18,1 %. Según una Comisión de Expertos del Ministerio de Obras Públicas, entre 1980 y 1987 la edad media del matrimonio en España se elevó de 24,9 a 26,3 años.Felipe Medinero de 18 años, no sueña hoy con emanciparse. Vive en Móstoles, con sus cinco hermanos. Su padre es cartero y Zana 110. 000 pesetas al mes. El estudia y trabaja ocasionalmente "de cartero, haciendo de público en programas de televisión. Algún mes gano hasta 70.000 pesetas. Pero tengo que estudiar: quiero acabar el bachillerato y hacer arte dramático". Sus hermanos de 20, 22 y 25 años también tienen empleos esporádicos. Todos estudian con becas (su número ha aumentado en un 846% entre el curso 1982/83 y el de 1990/ 1991). Los Medinero hijos ayudan a la economía familiar y tienen algo para sus gastos: "Ahora estamos más desahogados: pero si a mí hermana le queda alguna asignatura, no podrá trabajar este verano".

El sociólogo Jesús Leal asegura que la edad media de emancipación creció en un año entre 1983 y 1988, "precisamente en una época en que disminuyó el paro juvenil. Porque el principal problema no es el empleo, sino el coste de la vivienda". En los estratos laboralmente menos cualificados de la población juvenil -que siguen siendo amplios, a pesar del sustancial aumento de la asistencia a los segundos ciclos de enseñanza registrado en los últimos años- prácticamente sólo es posible casarse si los dos cónyuges trabajan. "Ésa, además, es la única vía para abandonar el hogar paterno: en España, aparte de los miarginados y de los estudiantes de provincias, que lo hacen con dinero de sus padres, pocos jóvenes viven por su cuenta".

"Un sueldo, de 80.000, 90.000, 100.000 pesetas, se destina a pagar la casa. El otro a vivir. Y, casi siempre, es imposible pagar la entrada sin un apoyo de la familia". Tener hijos queda para más adelante, si llegan. La tasa de fecundidad ha caído por debajo de la de cualquier otro país europeo, menos Italia. En 1975 se cifraba en 2,8. En 1988 en 1,4. El número de hijos por mujer necesarios para renovar las generaciones, está en 2,1. Los niños son demasiado caros.

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