El Rey y la República
LA ESPAÑA que se apresta a abrir en Barcelona los Juegos de la 25a Olimpiada es tan distinta de la que en 1936 tuvo que renunciar a la Olimpiada Popular a causa del estallido de la guerra civil, que sólo quienes han vivido ambos momentos pueden percibir esta diferencia en toda su intensidad. A ponerla de manifiesto contribuyó la celebración ayer en Barcelona, en el marco de las actividades culturales que acompañan a los Juegos, de un acto que resume en sí mismo la envergadura gigantesca del cambio en la mentalidad civil y política de los españoles.El rey Juan Carlos presidió la inauguración de la réplica del pabellón que representó a España en la Exposición Internacional de París de 1937. Obra de los arquitectos racionalistas Josep Lluís Sert y Luis Lacasa, es una muestra de la arquitectura vanguardista, y en aquel momento trágico de la historia de Europa significaba la voluntad modernizadora de la II República, su identificación con lo más renovador de la sociedad española. Es el que acogió el Guernica, de Picasso, un hito en la historia universal del arte que no ha llegado a eclipsar su valor simbólico de rechazo de la guerra, de todos sus espantos y sus horrores.
La metáfora, pues, no puede ser más sugerente. Acompañado por las autoridades socialistas y autonómicas de Barcelona y de Cataluña, e¡ rey de España inaugura en 1992 la réplica de una obra de arte no en balde conocida como el pabellón de la República. Sucede ello justamente en el momento en que unos Juegos Olímpicos se presentan en Barcelona como llamamiento a favor de la paz en una Europa de nuevo asolada por la guerra. Y la sociedad española, a través de un Rey nieto del que fuera derrocado por la II República, rinde homenaje en una Cataluña autónoma a la obra de insignes exiliados durante la dictadura franquista.
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