Centros de salud
Mi artículo El dogma de los centros de salud ha disgustado a los devotos de esa forma de asistencia. Es natural. Las tres cartas de censura publicadas en esta sección de EL PAÍS el pasado día 8 me parecen expresiones de fidelIdad a una doctrina que, a lo largo de más de ocho años, ha sostenido sus mitos frente a la evidencia de una continua y acentuada degradación de la medicina primaria en España. Sería inútil, por tanto, tratar de contestarlas, aunque las respeto. Debo, sin embargo, hacer dos puntualizaciones:
1. Algunos corresponsales pretenden adivinar mis deseos a distancia. Así dicen que "el señor Costas probablemente desee que en nuestro país se establezca un sistema nacional de salud como en Estados Unidos", frase que, en una muestra del intransigente inmovilismo ideológico, identifica mi crítica a los centros de salud con la adhesión a una asistencia inequitativa y mercantilista. El hecho de no creer en los centros de salud es convertido en signo de repudio al sistema público y de injusticia social. Desde hace años, sin embargo, defiendo una sanidad pública moderna, basada en la equidad, la solidaridad, la eficiencia en el uso de los recursos (irremediablemente limitados), la garantía de calidad 31 la satisfacción del usuario; una asistencia pública liberada de las ligaduras ideológicas de los años cuarenta y capaz de responder a las demandas de la sociedad española de hoy, democrática, industrializada y europea.
2. En la misma carta se relaciona el informe Abril con mis opiniones personales. Una asociación gratuita e improcedente. Nada hay en mi artículo, ni en el informe, que permita establecerla. Mi participación en la comisión de análisis y evaluación del SNS, que ha sido un honor y una fuente de enseñanzas, no impide mis propios criterios, ni éstos pueden ser empleados para adjetivar o interpretar el informe, fruto del trabajo de los nueve miembros de la cComisión.-
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