Espectáculo callejero de un auto de fe para el 92
Una procesión barroca se convierte en el acto más seguido de la capitalidad cultural
Creer en Madrid 92 y en la resonancia de la capitalidad europea de la cultura empieza a ser cosa de fe, ante la desgana que los madrileños manifiestan sobre esta celebración. Un auto sacramental escrito por Calderón de la Barca hace tres siglos, sin embargo, ha provocado la primera y más evidente comunión de los ciudadanos con estos festejos gracias al cortejo previo, por la calle Mayor, que verán gratis 100.000 personas.
La representación del auto El gran mercado del mundo por parte de 270 artistas, de entrada restringida, agotada y que finaliza mañana, va a ser vista por 12.300 espectadores que han pagado en taquilla 1.500 pesetas -más 300 invitados- en un teatro al aire libre montado en un lateral de la plaza Mayor. El cortejo previo, que sale desde delante de la catedral de la Almudena y discurre unos 500 metros por la calle Mayor, lo van a contemplar sin pagar un duro 100.000 madrileños. En este paseo triunfal, que se celebrará hasta el lunes entre las ocho y las nueve de la noche, participan 206 artistas (gigantes, cabezudos, conocidos actores, diablos, malabaristas, zancudos, bailarines, etcétera).Madrid 92 ha conseguido, seis meses y medio después de su estreno, conectar con la calle. La inversión, 386 millones aportados en su totalidad por uno de sus escasos patrocinadores (Telefónica), ha merecido la pena. Los madrileños han podido sentirse, desde el pasado lunes y hasta mañana, identificados con un acto del Consorcio de la Capital Europea de la Cultura, aunque algunos lo ignoren.
"¿Madrid 92? Ah, no sabía; pues muy bien, oye". Esta mujer no tiene reparos en confesar que no controlaba quiénes eran los organizadores de este cortejo callejero. Su hijo, en brazos, le plantea además la pregunta lógica: "Mamá, mamá, ¿por qué no llevan piernas?". El chaval se refiere a los zancudos. Una mujer bastante mayor interroga a su marido: "¿Éstos no serán pintaos?". En ese momento pasa por delante una tribu africana auténtica y con mucho ritmo.
Las aceras de la calle Mayor están repletas. El público, mayor y menor, mira con entusiasmo a la caravana. El vestuario, que ha costado 42 millones de pesetas, es especialmente original y lleva a los más pequeños a equivocarse: "Oye, payaso, caramelos".
El cortejo, una procesión del Corpus del siglo XVII, lleva de todo menos payasos. Los espectadores, apiñados, van armados de cámaras fotográficas y de video. Las mujeres más jóvenes las enchufan, sobre todo, al paso al galope, melena al viento, capa sobre los lomos del caballo, de José Coronado. Cuando terminan los aullidos, algunas discuten sobre lo mal que le queda el traje y sobre los motivos de su separación con Paola Dominguín.
Las personas mayores también se equivocan. Cuando llega Alfonso del Real en una carroza, acompañado de Guillermo Montesinos y Juan Echanove, lo confunden con Ángel de Andrés y se sorprenden por su buena apariencia. Cuando aparece al final De Andrés, le saludan como si fuera Del Real. Todos tiran caramelos.
A todos parece haberles gustado mucho la procesión. "Yo voy a volver", dice un joven que se marca un buen tanto ante una rubia extranjera: "El dragón representa lo lúdico de la primavera...". Una señora mayor se muestra encantada del espectáculo al comentarlo con sus hijos y da con la clave: "Tenían que tener un ése [folleto] para ir sabiendo lo que es la Inquisición y quiénes los judíos".
Es cierto. La gente se dedica durante gran parte del trayecto a hacer quinielas sobre lo que simbolizan las cosas y las personas que pasan durante una hora muy corta por sus ojos.
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