Madrid recibe la antorcha con un gran atasco, sin bocinazos y con abucheos a sus políticos
"Ni visto ni oído", le espetó, con enfado, el alcalde de Barcelona, el socialista Pascual Maragall, a su homólogo de Madrid, José María Álvarez del Manzano, del Partido Popular, enmedio de continuos silvidos y abucheos de las casi 2.000 personas que no pudieron "ni ver ni oír" la llegada de la antorcha olímpica a la plaza Mayor de Madrid.Los pitidos ensordecedores empañaron el encuentro entre Álvarez del Manzano y Maragall y también el final de una feliz jornada. El enfado del público se debió a que el Ayuntamiento restringió el acceso al acto final del día, celebrado en un recinto cerrado utilizado para las representaciones de un auto sacramental de Calderón del programa de la Capitalidad Cultural que también vive este año la ciudad. Uno de los expectadores fue explícito: "Concejales habeis secuestrado la antorcha".
Madrid 92 tiene poco que ver con Barcelona 92. Los madrileños no se han "echado a la calle" durante los seis meses cumplidos de capitalidad en ningún momento de forma tan masiva como ayer para ver a la antorcha. Tampoco les han dado demasiadas oportunidades.
En el recinto acotado de la plaza Mayor sólo se permitió entrar a los invitados -unos 1.000-, a pesar de que su aforo era superior en unas 500 personas, según testigos presentes.
"Perdona el problema; se nos ha olvidado colocar megafonía exterior y no se ha oído...", se disculpó el alcalde de Madrid. Maragall, Álvarez del Manzano y Joaquín Leguina, presidente de la Comunidad de Madrid, tuvieron que salir fuertemente escoltados por la policía para evitar las iras del público.
Todo sucedió poco después de que en la plaza de Oriente el Rey recibiera la antorcha de manos de una voluntaria olímpica de su altura física (182 centímetros) para pasársela a Cecilio Alonso, un no menos desgarbado ex jugador de balonmano (198 centímetros). Los Reyes se interesaron ante Cristina García por el desarrollo de la carrera y desearon suerte al jugador.
Alonso cedió la llama a Blanca Fernández Ochoa, medalla de bronce en los pasados Juegos de Invierno de Albertville. La esquiadora llegó a las diez de la noche con la antorcha a la plaza Mayor. La llama durmió en el pebetero para proseguir hoy su recorrido hacia Toledo.
La alocución en esta plaza de Maragall, interrumpida igual que la de Álvarez del Manzano, tuvo un recuerdo muy especial para el ex alcalde socialista de Madrid Enrique Tierno Galván, a quien se refirió varias veces con el apelativo del viejo profesor y del que recordó su apoyo.
El alcalde de Madrid resaltó: "La Olimpiada no es sólo de Barcelona sino de todas las regiones de España; la llama significa un mensaje de paz y fraternidad y hay que estar alegres porque se celebre en una ciudad española para orgullo de todos".
Una hora antes, durante su recorrido como relevista, Álvarez del Manzano significó que quería representar a todos los madrileños que no van a poder correr con la antorcha, "para dar un impulso a Cataluña en sus juegos". Este posesivo también fue interpretado maliciosamente por los enviados de los medios de comunicación catalanes.
El concejal de Deportes, José Gabriel Astudillo, aprovechó su relevó en plena Castellana para reconocer: "Madrid debería de haber sido mejor tratada [económicamente] en el 92".
La tónica general de la jornada, sin embargo, no fue tan negativa. En el centro urbano de Madrid, donde la antorcha pasó por 22 kilómetros de calles emparedadas de público, el ambiente se caldeó con aplausos. No hubo pancartas ni consignas ni banderas españolas. Alguna persona aislada quiso mandar de palabra a la expedición a Cataluña.
Los automovilistas atascados en todo el recorrido no pitaron a la comitiva ni una sola vez. Todo parecía felicidad.
El día, sin embargo, no había empezado bien. Miembros de una compañía especial de la Guardia Civil, que integran la comitiva olímpica, impidieron con golpes y empujones que periodistas y fotógrafos pudieran recoger el momento del relevo institucional de la llama entre el presidente de la Junta de Castilla y León, Juan José Lucas, y el de la Comunidad de Madrid, Joaquín Leguina, informa Aurelio Martín. El acto tuvo lugar en el puerto de Navacerrada, límite natural de ambas comunidades autónomas, a las 10.45 horas.
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