Los Reyes se convirtieron en la mayor atracción para los visitantes de la Expo

Los Reyes se convirtieron ayer en la mayor atracción de la Expo. Pese a los inconvenientes de su presencia -cierre temporal de los pabellones visitados y pequeños atascos-, cientos de turistas, españoles y extranjeros, se agolparon a lo largo del recorrido para ovacionarlos, verlos de cerca y fotografiarles en el recinto de la Cartuja.

Don Juan Carlos, con una llamativa corbata de grandes lunares dorados, y doña Sofía, con precavidos zapatos planos, iniciaron a las 11 de la mañana su segunda visita a la Expo; la tercera si se cuenta la inauguración. Antes, acudieron a la iglesia de El Salvador para ver una exposición con pasos de la Semana Santa sevillana y rezar ante la tumba de los abuelos maternos del Rey. Las negociaciones sobre la reforma constitucional retuvieron en Madrid al ministro Virgilio Zapatero, por lo que sólo les acompañaron el presidente de la Sociedad Estatal, Jacinto Pellón, y el comisario general de la muestra, Emilio Cassinello; al que el Rey pidió 5.000 pesetas en el pabellón alemán para comprar una insignia con un flamenco, que prendió de su solapa.En el pabellón de México, los Reyes pudieron contemplar al inquieto Mixteco, un caballo de raza azteca regalo del Gobierno mexicano.

La comitiva se entretuvo en el pabellón de Arabia Saudí, en el que, atravesando una porción de desierto, con jaima y aire acondicionado, y dejando atrás un discreto pozo de petróleo, pudo comprobar, mediante un retrato de don Juan Carlos de un artista local, que los saudíes han cumplido hasta ahora escrupulosamente el precepto coránico que prohíbe reproducir la figura humana.