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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Entre la anarquía y el orden

Fats DominoFats Domino (voz y piano), Thomas Johnson (trompeta), Elliot Callier (saxo), Frederick Kemp, (saxo), Herbert Hardesty (saxo), Frederick Shephers (saxo), Les Getteridge (guitarra), David Douglas (guitarra), Ervin Charles (bajo), Clarence Brown (batería) y Ernest Fontenot (voz y batería). Cuartel del Conde Duque. Madrid, 5 de julio.

Los problemas con el sonido convirtieron el concierto de Antoine Fast Domino, pionero del rock and roll y leyenda viva del piano sureño, en una enloquecida sucesión de despropósitos. Sólo el carisma del veterano teclista (26 de febrero de 1928, Nueva Orleans) y una acertadísima selección de canciones pudo levantar el ánimo de unos espectadores aturdidos por un comienzo anárquico.

El escenario, donde pretendían trabajar 11 músicos, se convirtió en una versión rocanrolera del camarote de los Hermanos Marx. Técnicos, managers y pipas circulaban por él con desesperante facilidad, tocándolo todo sin arreglar nada. El piano no sonaba. Los monitores estaban demasiado cerca. Los micrófonos, demasiado lejos. Un auténtico desastre. Fue necesaria media hora para que Domino se sintiese cómodo y comenzase a navegar entre los géneros tradicionales del sur de Estados Unidos.

Influencias

Sus influencias como pianista parecen claras: sonido dixieland, músicas criollas y mexicanas, algunos ritmos del caribe y mucho swing y boogie-boogie. El repertorio que ha seleccionado para directo no tiene desperdicio: Blueberry Hill, Walkin' to New Orleans, Jambalaya, Hello Josephine, Ain't that a shame... Además, el heredero del Professor Longhair mantiene a punto su voz y sigue siendo un gran pianista. A diferencia de otros teclistas históricos como el acartonado Jerry Lee Lewis. Domino se mantiene en perfecta forma. Cuida sus canciones y se hace acompañar por una banda seria y versátil.

Una banda, por cierto, poco usual en músicos que pueden permitirse el lujo de estar de vuelta. Dos guitarras, bajo, batería de quita y pon y una sección de viento formada por tres saxos y una trompeta. Esta formación, que en teoría debía sonar como un huracán, lo hizo durante buena parte de la noche como la cisterna de un retrete. Los instrumentistas, de la misma quinta que Domino, se tomaron las cosas con tranquilidad hasta tomar las riendas del concierto. Cada tema, estructurado de forma similar al jazz, permitió disfrutar de su calidad individual. No había canción sin su parte de saxo, y uno de los guitarristas explotó en la recta final con un solo realmente original.

La última media hora de recital fue una fiesta. El carisma de El Gordo de Louisiana pudo más que los problemas.

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