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El espacío abierto

Desde la ventana de mi habitación en Pontedeume veo el cielo azul y deslizarse las aguas de la ría suavemente. ¿Es el ámbito limitado que tengo ante mí? No, pues "mit allen Augen sicht die Kreatur das Offene" ("con sus ojos ve la criatura lo Abierto"), dice Rilke. En él se esconden las casas y los seres a lo largo de la orilla opuesta de la ría. En los días despejados de -brumas podemos disfrutar de este espacio abierto en que resplandece el Ser para manifestar lo que es verdadera y puramente.Nuestros ojos al asomarse al paisaje se sitúan sólo en los contornos vacíos; sin embargo, presentimos que el mundo real existe con sus presencias fragmentadas. Por ello no es fácil diferenciar lo Abierto, pura alegría de la relación, der ganze Bezug con la Vida, la Naturaleza, el Ser de los seres en su totalidad, del mero espacio en el que la mirada asombrada sólo descubre algo concreto. Sí, una mañana vemos las flores en su esplendor, pero no podemos nunca abrazar el Todo infinito.

En la VIII elegía de Duino, Rilke define a los seres vivos con el nombre de criaturas, porque todos podemos experimentar lo Abierto, pero son los animales y los niños los únicos que pueden gozarlo directa y permanentemente, mientras los hombres tan sólo en instantes sublimes, como en algunos diáfanos amaneceres de las rías gallegas. Esta diferencia se debe a que el hombre es un ser para sí mismo, autor y actor de su vida; no puede permanecer extasiado ante el espectáculo de la Naturaleza tan sólo mirando hacia delante. Por el contrario, siempre miramos atrás, a nuestro yo inmerso en las sombras de la reflexión íntima. De aquí resulta que el espacio abierto del hombre es el suyo, creado por un acto voluntario. Recuerdo que al mirar ese cielo polícromo de Fluentedeume no me detenía a contemplarlo con placer tranquilo, sino que volvía a mi centro interior donde mana el pensamiento. Entonces libre, desatado, escribía con una maravillosa fluidez, como arrastrado por una corrienté desconocida. A veces, detenido en la meditación, oteaba aquellas aguas que no parecían ir ni venir, y de nuevo surgía el afán especulador, la audacia reflexiva. "Dans Sein des Seinden ist das Wagnis" ("El ser de los seres es aventura"), afírma Heidegger. Sí, la creación interior es resultado del descubrimiento del espacio abierto.

Ahora bien, lo Abierto nos hace pasivos, al deleitamos con todo lo que está ahí. Los escritores no disponemos de un solo día para regocijamos sólo contuye un dilema, sino, al contrario, un llamamiento histórico?

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Un llamamiento a intentar aportar a la política un tono nuevo, un elemento nuevo y una dimensión nueva. Puede ser que ese destino que no nos ha cerrado el camino entrañe una misión para nosotros.

He afirmado en numerosas ocasiones que los decenios del sistema totalitario no significaban sólo años perdidos de nuestra vida, sino también una experiencia espiritual específica que puede ser aprovechada, que puede abortar esas amenazas, porque incluso consideramos una intromisión de mal gusto, una amenaza a nuestro bienestar, que la noche de Navidad alguien nos ponga en la tele decenas de niños harapientos comidos de moscas.

El problema de los países pobres es nuestra insolidaridad y nuestra codicia. La mayor dificultad para su' desarrollo no es que engendren hijos para compartir la miseria, sino el expolio de sus materias primas a precios de sí mismo. Se miran asombrados porque son extraños, diferentes, pero se sienten próximos, semejantes y se funden amorosamente sin que les desgarren fisuras ni antagonismos. Así se privatizan y no viven más que a través de sí mismos. Esta relación puede ser feliz o convertirse en dramática, pues el espacio abierto se cierra a una sola criatura. Ya decía Marx, en La ideología alemana, que el amor apasionado es siempre unilateral, e impide que el individuo se realice con una rica y plural totalidad viviente. El amado es el más serio obstáculo para amar en plenitud, pues nos oculta el espacio abierto de los otros seres que nos rodean. Quizá vivir muchos amores ayuda a completarnos vital y espiritualmente, sin mutilar nuestra afectividad. Decididos a gozar el amor y la Naturaleza en su pureza total, podemos caer en un primitivismo dionisíaco, con peligro de, perder la identidad y precipitarnos en una disolución de nuestro yo. Claro que también, entregados enteramente a un ser, un buen día al mirar detrás de él descubrimos otro rostro nuevo que abre la posibilidad infinita de amar, escapando así a la prisión amorosa.

Ante el dilema de renovarse para deshacerse o encerrarse en la dicha limitada, aparece como salvación la obra que creamos interiormente, después de asomarnos a los espejismos sugerentes del espacio abierto. Pero al ensimismarse, el hombre se separa del Todo para adentrarse en sí, y queda desvinculado, como sin raíces "Unser Schutzlos-sein' ("nuestro desamparo") dice Heidegger, es consecuencia de una técnica productiva que nos obliga a despedirnos de la realidad viva, pues el hombre al sentirse ser completo impone los planes que ha fraguado y destruye el Ser, la verdad natural, y se siente criatura aislada, extraño a sí mismo, alienado. Esta congoja que origina su obra creadora, técnica, le desgarra y divide íntimamente. "Cabe como posible que la creación técnica no sea tan depredadora, sino un proceso de desnaturalización que transustancie todo lo que existe" (García Bacca). Indudablemente, para cambiar el mundo será necesario que el hombre deje de ser técnicamente práctico y se mude en político poético que busca humanizar la existencia terrestre. Sin embargo, la situación dramática en que actualmente vive el hombre, desgarrado entre ser y dominar, le impulsa a protegerse viviendo dentro de sí mismo. Yo busco mi salvación en la Naturaleza, y vuelvo a Galicia para asomarme a sus rías saudosas, allí donde encuentro siempre el espacio abierto.

Carlos Gurméndez es ensayista, autor de La melancolía.

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