De pronóstico reservado
Roberto Domínguez y Víctor Mendes sufrieron sendas cogidas impresionantes y se temió lo peor. Afortunadamente no ocurrió lo peor y aunque lo mejor tampoco pudo ser (que no les cogiera el toro) los percances quedaron en un discreto y esperanzador pronóstico reservado.Cuando la afición vio que Roberto Domínguez se incorporaba aturdido, pero íntegro para seguir toreando, respiró tranquila. Cuando al acabar la corrida pudo saberse que Víctor Mendes no tenía cornada, volvió a respirar tranquila. Merecían estos alivios los aficionados, pues ambas volteretas les habían cortado la respiración y les habían helado la sangre en las pestañas. Roberto Domínguez, atrapado por el tercer toro, cayó de mala manera, sobre el cuello, y esas son caídas peligrosas que pueden traer secuelas. Víctor Mendes, cogido por el sexto, volteó entre las astas y una vez en el suelo el toro le corneó con saña, sin discriminar piernas, ni pecho, ni cara, ni ojos, ni la mismísima garganta, y tuvo el torero el gran acierto de agarrarse al cuerno, con lo que pudo desviar los brutales derrotes del enfurecido animal.
Flores / Domínguez, Mendes, Jiménez
Toros de Samuel Flores, con trapío y casta; 1º y 2º nobles, 3º inválido; mansos el resto: 4º también aborregado, 5º y 6º broncos.Roberto Domínguez: pinchazo y estocada corta ladeada (pitos); estocada trasera caída -avíso- y dobla el toro (oreja protestada); pasó a la enfermería. Víctor Mendes: estocada (silencio); estocada corta caída (silencio); cogido por el 6% pasó a la enfermería. Maríano Jiménez: pinchazo y estocada (silencio); estocada atravesadísima que asoma y descabello (ovación). Enfermería: Roberto Domínguez fue asistido de contusión con hematoma en un muslo y contusión cervical con conmoción cerebral. Víctor Mendes, de contusión cervical, puntazos en tórax y muslo izquierdo y conmoción cerebral, pendiente de estudio radiológico. Ambos percances, de pronóstico reservado. Presenciaron la corrida, desde una barrera, la Infanta doña Elena -a quien los tres espadas le brindaron toros-, y desde el palco real, los padres del Rey, don Juan de Borbón y doña María de las Mercedes. Plaza de Las Ventas, 23 de junio. Corrida de la Prensa. Tres cuartos de entrada.
Una avioneta sobrevolaba el espacio aéreo del coso, con una gran pancarta atrás en la que decía que los toros son tortura; no a la tortura. La tarde entera se pasó dando vueltas por allí. Todos de acuerdo: no a la tortura. Ahora bien, ¿qué tortura hay en una plaza de toros? ¿Acaso cogen al toro y le clavan astillas en las uñas para hacerlo sufrir? ¿Acaso le atan a un poste y le tiran de los huevecillos para fastidiarlo? A veces, de acuerdo, hay tortura; pero es en distinto sentido.
A veces se ponen los toreros a pegar derechazos y a los aficionados les sienta como si les estuvieran dando martirio chino. En ocasiones no es una avioneta sino la tragedia lo que sobrevuela el coso, se vuelven las tornas, el toro acierta en el derrote, y entonces el torturado es el torero. Los segundos espeluznantes que pasó Víctor Mendes indefenso en el suelo esquivando hachazos, seguramente no se los deseará ni a su peor enemigo. El batacazo bestial que sufrió Roberto Domínguez, se lo lleva cualquier ciudadano de a pie o el tío del avión, y tienen cama para un mes.
Lo que sucede en el ruedo sólo puede tener parangón con lo que en el mismo ruedo haya acaecido hasta el día de autos. Ni se puede comparar la lidia de un toro con la cría del canario flauta, ni el arte y el valor de un torero con los arrestos del espectador que ha pagado su entrada. Por ejemplo, Roberto Domínguez, en el ruedo, es comparable con Juan Belmonte; no con un agente de la propiedad inmobiliaria. Bueno, no es que sea muy comparable con Juan Belmonte Roberto Domínguez. Fue una forma de decir...
Extraño toreo
Hace ya mucho que Roberto Domínguez practica un toreo extraño, de su propia cosecha, bastante alejado del verdadero arte de torear, que consiste en darse importancia pase lo que pase, agacharse mucho, citar fuera de cacho y encorvarse estirando todo lo que dé de sí el brazo, para que la muleta alcance a la frontal del toro. No la muleta exactamente: el pico de la muleta. Aplicando esta rara técnica, el primer toro se le fue sin torear. En cambio, con el cuarto, manso y aborregado, se centró más y en la treintena de derechazos que dió, hubo varios bien templados y ligados.El toro ya había pedido la muerte -por favor-, cuando Roberto Domínguez se echó la muleta a la izquierda, dio tres naturales sueltos, sufrió un volteretón y, aún sin haberse repuesto del todo, volvió a torear, en un arranque de coraje. Hubo, entonces, gran emoción en la plaza, naturalmente. Estos arranques son inequívocamente toreros, y ahí quedaron demostrados el pundonor y la torería cierta de Roberto Domínguez. No fue, desde luego, para que le regalaran la oreja, pero por menos se han dado otras y, además, ya se sabe cuán dadivosos son los presidentes de Las Ventas. A ciertos presidentes de Las Ventas les ponen en una plaza de carros y nadie nota la diferencia.
Los toros de Víctor Mendes resultaron difíciles. Noble pero insuficientemente picado uno, desarrollando sentido otro, los banderilleó con variedad y estilo, los muleteó con serenidad y oficio, los mató haciendo la suerte por derecho. Entró al quite en el sexto, instrumentó unos ceñidos lances del delantal y, al rematarlos, se produjo la dramática cogida.
En la enfermería Domínguez y Mendes, Mariano Jiménez afrontó solo la lidia. Era el último toro, bronco por añadidura, y al comprobar que se vencía, lo aliñó y lo atravesó de un espadazo. Mariano Jiménez quedó prácticamente inédito, pues su anterior toro estaba inválido y aunque le porfió naturales, no pudo sacarlos lucidos dada su escasa embestida. En definitiva, ni revalidó ni devolvió su reciente triunfo en esta plaza. La afición, que tenía interés en darle una calificación definitiva, se quedó con las ganas. Le puso también pronóstico reservado, y hasta otra.
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