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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sin móvil oculto

PARA HACER estallar un coche bomba en plena calle de Madrid no se necesita un valor especial, pero es imprescindible tener la inteligencia de un ladrillo para pensar que el dolor así causado pueda justificarse en nombre de causa política alguna. Esa violencia que siembran a ciegas es síntoma de sí misma, no reflejo de otras realidades ocultas. Desde hace años, los terroristas se autoengañan con el argumento circular de que la persistencia de la lucha armada demuestra la gravedad del problema de fondo, y que esa gravedad hace imprescindible recurrir a la lucha armada. Seria hacerles el juego empeñarse en buscar motivos a su crueldad. Las conversaciones entreel Partido Nacionalista Vasco (PNV) y Herri Batasuna (HB) pueden ser una iniciativa desacertada, pero no es cierto que sin ellas los terroristas se hubieran abstenido de actuar. Es posible que la orden de provocar un gran atentado en la capital tenga por objeto imponer a los interlocutores la presencia de ETA. Pero si no hubieran existido los contactos habrían buscado otro motivo igual de innoble.Respecto a las conversaciones mismas, las dudas del PNV sobre si seguir o no son comprensibles. Es muy difícil dar una salida a ETA y HB si la primera prosigue los atentados y la segunda aprovecha los contactos -que ella misma solicitó- para désautonizar a su, interlocutor. HB acusa, por una parte, al Gobierno de "intransigencia" por no acatar la voluntad mayoritaria vasca, y por otra, al PNV de constituir "el mayor obstáculo" para la unidad de los nacionalistas por no secundar los planteamientos del radicalismo. Acusaciones incoherentes entre sí porque si el nacionalismo democrático incluyera en sus programas tales planteamientos dejaría de ser mayoritario. Especialmente si entre ellos figurara el de considerar que existen motivos que justifican matanzas como la intentada ayer.

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