Sayonara, baby
"No hay destino", escribía la protagonista de Terminator Il justo antes de intentar cambiar el futuro de la humanidad. En el cine, hasta el Terminator descubre el valor de la vida humana. En la vida real, el vertiginoso ritmo de los últimos cambios estremece a la hora del telediario. A partir de esta situación, y a modo de Pepito Grillo, Laurie Anderson teje uno de sus habituales discursos para su último espectáculo, Halcion days. Stories of the Nerve Bible. La gran diferencia consiste en que Anderson vive en Estados Unidos y cultiva el arte de la perfomance.Así, el espacio escénico se convierte en un estrado desde el que conjurar a los espíritus sensibles que no se pierden ni un capítulo de los Simpsons. A través de pantallas de vídeo que muestran imágenes de la violencia del mundo; canciones que en otro tiempo habríamos calificado como de protesta, y su propio discurso en ocasiones representado a través de una marioneta, Anderson intenta enfrentar al público a sus inquietudes y temores sobre la esperanza de vida a estas alturas del fin de siglo.
Laurie Anderson
Teatro Monumental. Madrid, 7 de junio.
Y el caso es que si no tuviera todo el aspecto de un trabajo de fin de curso, el espectáculo podría ser convincente. Laurie Anderson sigue estando a la cabeza en lo que a la aplicación de la alta tecnología se refiere: un sintetizador y unos electrodos en sus muñecas, conectados mediante cables al revolucionario biomuse, son sus únicos instrumentos, e indican que mantiene como nadie su capacidad para asimilar los avances tecnológicos. Lamentablemente, sus posibilidades musicales se fueron diluyendo a lo largo de hora y media.
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