Grecia, en la cola de la CE
Mitsotakis promete austeridad para dejar de ser el talón de Aquiles de la Comunidad
ENVIADO ESPECIAL Refugiados albaneses que huyen del hambre ocupan al caer la noche la bulliciosa plaza ateniense de Omonia. Sin embargo, por mucho que Grecia sea una tierra prometida para estos desheredados del país más pobre de Europa, tiene sus propios problemas, y muy graves. Una economía tan débil y con tantos desequilibrios que sus 11 socios de la CE temen que va a ser incapaz de afrontar los retos en cascada fijados en Maastricht.
La Comunidad mira con creciente irritación cómo por su flanco oriental le ha salido un grano que no sólo trastoca los objetivos económicos y monetarios globales, sino que incluso bloquea la política exterior común con su empecinamiento en negarse a reconocer el derecho a la antigua república yugoslava de Macedonia a conservar este nombre como país independiente.Los griegos empiezan a mirar con reticencia a "esa gente de Bruselas" que no quiere darse cuenta, dicen, de que lo que está en juego no es una simple cuestión de copyright, sino los intereses vitales de una nación. Y es que, al Norte, no hay simplemente una fábrica de noticias para llenar telediarios o primeras páginas de los periódicos, sino un foco de inestabilidad que temen que pueda llevarle incluso a una guerra como la que, tras la II Guerra Mundial, estuvo a punto de cortar el país en dos.
Los griegos tienen una cre ciente inquietud ante el peligro de que la CE deje a su país en la estacada y apueste por la "república de Skopie" (como aquí se llama a la Macedonia yugoslava). Lo que está claro es que cen tenares de miles de personas no se manifiestan, como ha ocurri do en Salónica, por una simple cuestión semántica, sino porque piensan que está en juego un interés vital de su país. Este es, ahora mismo, el principal foco de preocupación, el tema dominante de conversación. Nunca se había mirado a los otros 11 socios comunitarios como eventua les enemigos. Ahora sí. Tanto más cuando, pese a una actitud que bien podría calificarse de proserbia y a que la factura superará los 100.000 millones de pesetas, Atenas se ha sumado -a regañadientes, pero con claridad- a las sanciones de la ONU y la CE contra el régimen de Slobodan Milosevic.
Lo peor es que este contencioso se libra cuando los otros 11 socios de la CE opinan que el Gobierno griego debería dar la máxima prioridad a reconvertir y modernizar su economía, reducir el déficit presupuestario, privatizar las empresas deficitarias (que son legión), disminuir los gastos estatales, quedarse con un aparato burocrático más manejable y hacer que funcione mejor, obligar a la gente a que pague sus impuestos aunque no tenga una nómina (toda una revolución si se consigue), quitar un dígito a la inflación (que ahora rebasa el 16%), acabar con la economía sumergida (que supera el 40% de todas las transacciones) y, en definitiva, obligar a la gente a que viva a la altura de las posibilidades reales del país. Tal vez se trate de una misión imposible, pero el Gobierno está convencido de que la receta es correcta y de que sólo ese tratamiento de choque permitirá a Grecia superar sus tremendos desequilibrios económicos.
Mucho tendrían que cambiar las cosas para que el Parlamento no ratificase el tratado, aunque el vínculo que se pretende con la simultánea integración en la Unión Europea Occidental (UEO) puede levantar algún mínimo obstáculo. Y es que este país mediterráneo de 10 millones de habitantes (tantos como turistas recibe al año) y con el récord absoluto de la CE en cuanto a proporción de trabajadores agrícolas, es un receptor nato, un claro beneficiario de los fondos comunitarios, que aún se verán incrementados con la aplicación de la política de cohesión.
Lo que Bruselas denuncia es que el dinero entregado a Atenas se desaprovecha en tapar parches y seguir viviendo al día en lugar de utilizarse, como en Portugal, para modernizar las estructuras económicas y preparar al país para sumarse a la unión económica y monetaria.
Cuando The Wall Strett Journal habla de Grecia como del talón de Aquiles de la CE y el semanario Newsweek utiliza la no menos alarmante expresión de El hombre pobre de Europa, no hacen sino reflejar las diferencias respecto a la media comunitaria en la mayor parte de los indicadores económicos. Sería injusto, sin embargo, decir que los griegos viven peor que todos sus otros socios de la CE. Viven con otro estilo, eso sí, más incontrolado, burlándose de las grandes cifras, pero no por ello son los más pobres o los más infelices.
Compromiso firme
Claro que eso no es un argumento para utilizar, por ejemplo, en la cumbre de Lisboa de finales de este mes. Por eso, el primer ministro, Constantino Mitsotakis, se prepara para llevar a esa cita su firme compromiso de que, ahora sí, va a aplicar una política espartana, rigurosa, que permita a Grecia subirse al tren, aunque no sea el AVE, de ese Maastricht ahora herido por el voto danés. Antes de fin de año, promete, el programa de privatizaciones se hallará casi concluido. El Parlamento no tardará en aprobar la reforma fiscal; el Gobierno ya ha presentado su tercer presupuesto de austeridad; la inflación ha caído más de dos puntos (hasta el 16%), se confía en que no pase del 12% a final de año y tal vez se quede en una sola cifra a comienzos de 1994; el déficit de la balanza de pagos ha mejorado espectacularmente.
Desde la oposición socialista se rechaza esa política de rigor económico. Aunque tal postura no significa que el PASOK vaya a votar contra Maastricht, esta retórica encuentra un comprensible eco en los millones de griegos que siguen queriendo vivir por encima de sus posibilidades, mamando mientras sea posible de las ubres generosas de mamá Estado, sobreviviendo (muy bien a veces) en las turbias aguas de la economía sumergida y defendiendo un estilo de vida que muchos de ellos no cambiarían por el de Alemania. Y es que, en Grecia, hace más sol y el índice de suicidios es menos de la mitad del que se registra en la media de la CE. Por algo será.
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