Imágenes y evocadores
Para despedirse del público madrileño, antes de presentarse ante el sevillano, la Sinfónica de Montreal y su titular, Charles Dutoit, nos han dado tres evocaciones sinfónicas de otros tantos autores: Ibert, Shostakovich y R. Korsakov. Dos de ellos, Rimsky e Ibert, están ligados a la mar, en parte de su biografía; el tercero, Shostakovich, evoca, como siempre, su propia vida en la Novena sinfonía, de 1945.Jacques Ibert (París, 18901962) sirvió a la Marina durante la guerra de 1914-1918, a las órdenes del vicealmirante Ronach y se ganó una cruz al mérito. Durante su estancia en Roma, escribe, el año 1922, sus Escalas, para orquesta, canto entusiasta a lo mediterráneo a través de las evocaciones de Roma, Palermo, Túnez, Nefta y Valencia. Con todo y ser deudora de Ravel y, en parte, de Debussy, la obra obtuvo gran éxito desde el primer momento y se mantiene en el repertorio gracias a la belleza del tratamiento sinfónico, ala mesura y equilibrio en todos los aspectos. La versión de Dutoit, digna de los aplausos recibidos, es más puntual que imaginativa, más de cronista que de poeta, como corresponde al talante sobrio del director suizo.
Orquesta Sinfónica de Montreal
Director: Charles Dutoit. Obras de Ibert, Shostakovich y R. Korsakov. Auditorio Nacional. Madrid, 3 de junio.
Magia cromática
De modo análogo, en la Scherezade, de Rimsky Korsakov, tuvimos que olvidamos de la explotación pictórica de Bakst y hasta de la magia cromática típica del Oriente para seguir la perfecta continuidad y el firme sentido arquitectónico impuesto por el maestro a sus excelentes profesores.Es sabida la influencia que Scherezade ejerció en varias promocio,nes de compositores y cómo, gracias a su tratado de armonía, por una parte, y al ballet de Diaghilew, por otra, Scherezade y su autor extendieron su fama y su prestigio hasta imponer la fuerza real o sugerida de sus imágenes sonoras y de sus gestos rítmicos.
En fin, la Novena de Shostakovich, escrita cuando la Il Guerra Mundial toca a su fin, recu-pera los acentos alegres e irónicos de obras anteriores del músico soviético. Despertó más en Charles Dutoit la fidelidad a la letra que la curiosidad por lo que se esconde detrás de la letra, pero en todo caso tuvimos la ocasión. de escuchar una notabilísima interpretación.
No podía ser de otra manera tratándose de una orquesta de la calidad que ostenta la Sinfónica de Montreal, que Charles Dutoit gobierna y hace desde 1980 y en la que constantemente nos llaman poderosamente la atención grupos y solistas caracterizados por un mérito inusual.
Para corresponder a las ovaciones, Charles Dutoit dirigió su conocida y valiosa traducción de la danza final de El sombrero de tres picos, del compositor, Manuel de Falla.
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