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El gato en el teatro y en casa

Andrés Fernández Rubio

La casa de Nieva junto a la plaza Mayor de Madrid tiene un doble y singular acierto: es habitable y escenográfica. En uno de los mullidos salones había ayer un teatro de bolsillo con la escenografía de su obra Los españoles bajo tierra. Dentro de este decorado duerme el gato."Rayito es mi compañero de trabajo, se sube a mi cama mientras yo escribo, porque escribo en la cama. Ven, que vas a salir en los medios de comunicación. A mí lo que me encanta es lo rebelde que es este gato, que no quiere hacer nada en falso".

Nieva tiene el don exclusivo, y se le nota por cómo entona y las expresiones que emplea, de haber salido de Valdepeñas, tierra que fue de tintorros, para empaparse en el París de las últimas vanguardias, en los palacios de Venecia y en otros escenarios del mundo. Se respira en la casa de Madrid, a través de fotografías desvaídas, cuadros y libros escogidos, muebles claros, esculturas y ramas de laurel, un aire de buen gusto, liberalidad y calor.

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"Me cae muy bien la gente que tiene gatos y perros, porque establece con ellos una comunicación especial", dice para continuar hablando de la vida cotidiana de Rayo, su lenguaje de celo, suspiros, esfuerzo e invisibilidad. "Son insobornables. Éste, con todos los trastos que hay en la casa, camina entre ellos como una especie de bruja".

¿Pero es gata o gato, bruja o brujo? "Es un gato que tiene un aspecto de gata.... ¡porque es tan guapo!"

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