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La comida se acaba

(REUTER)

Pamela Grdic se está quedando sin comida después de 50 días atrapada en su piso de Sarajevo.En medio del anillo mortal que los irregulares serbios han trazado sobre la capital de la república de Bosnia-Herzegovina, ella y su familia apenas si tienen algo más para comer que un poco de pan y algunas galletas.

Sólo ocasionalmente, comidas confeccionadas a base de pasta o arroz, o el fruto de una rara receta casera que toma como materia prima el menguante suministro de harina alivian el hambre provocada por el sitio.

"El mejor momento del día es cuando mi padre trae pan fresco por la mañana. No tenemos leche. Hace 50 días que no vemos la verdura y la fruta", asegura por teléfono, desde Sarajevo, Grdic, musulmana de 29 años.

"Prácticamente no podemos comer otra cosa que pan", añade desolada. A la pregunta de cuánto se puede sobrevivir en tales condiciones, responde: "No lo sé, pero no tengo apetito para comer más de una vez al día".

La comida escasea en toda la ciudad, pero la gravedad del problema varía de uno a otro barrio. En algunas zonas ni siquiera hay electricidad.

Un periodista, Risto Dzogo, ha declarado a la televisión serbia, en respuesta al temor serbio de que la reapertura del aeropuerto permita la entrada de armas en la ciudad: "Sarajevo está dispuesto a morir de hambre; necesita comida antes que armas". Jovan Divjak, vicejefe de la defensa territorial bosnia, asegura que la paciencia se está agotando: "No hay comida, apenas un puñado de cebollas y ortigas, pero la gente sin dinero no tiene acceso a ellas".

Conseguir la escasa comida disponible en la ciudad es peligroso, como demuestra la muerte de al menos 16 personas, el pasado miércoles, al estallar varias granadas de mortero en una zona comercial de Sarajevo. Y, cuando no es por las bombas, el peligro llega de los numerosos francotiradores. La calle es una trampa mortal.

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