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Popurrí pictórico decimonónico

El Prado presenta una exposición de pintura española del XIX

Procedente de Milán y Bilbao y como etapa previa a su sucesiva exhibición en Oviedo, Santiago de Compostela, Zaragoza, Vitoria, Valencia y un lugar sin determinar de las islas Canarias, se presentó ayer en Madrid esta muestra de pintura española del siglo XIX, 40 de cuyos 58 cuadros pertenecen al Museo del Prado, lo cual, en principio, resulta un tanto desconcertante, dado que suelen estar colgados o guardados a cien metros de donde ahora se exhiben, aunque ciertamente haya que remontar un pequeño repecho.

FRANCISCO CALVO SERRALLERLuego, todo hay que decirlo, se comprueba que algunos de estos 40, exactamente 15, están en depósito temporal indefinido en diversos museos repartidos por todo el país o en dependencias del Ministerio de Industria y Energía, Universidad de Granada, Gobierno Civil de Barcelona y Zona Militar de Baleares, lo que, en cuanto a los primeros, supone un aliciente para el público madrileño, y, en cuanto a los segundos, para todos aquellos que no sean funcionarios que trabajen en dichas dependencias o estén adscritos al Gobierno Militar de Palma de Mallorca.

Un cuarto de novedad

Con todo, como este vacío queda casi compensado con los cuadros provenientes del Museo Romántico, Lázaro Galdiano, Fundación Santamarca del Patrimonio Nacional y Centro de Arte Reina Sofía, todos ellos ubicados en Madrid, en realidad, el aficionado madrileño, visitante regular de los museos, se va a encontrar con aproximadamente una "cuarta" o "cuarto" de novedad pictórica decimonónica, una proporción sin duda un tanto exigua, no digo ya para que merezca la pena visitar exposición, pues cualquier ocasión es buena para ver un cuadro, incluso cuando está colgado a 100 metros de donde regularmente se puede ver, sino para que dicha muestra ocupe dos amplias salas del Prado, donde continuamente salen alarmadas voces de asfixia por falta de espacio y donde está a punto de inaugurarse una retrospectiva de Rivera. Quizá lo que está ocurriendo es que, con la partida del Guernica y de todas las obras posteriores a 1881 en dirección al Reina Sofia, se deban hacer obras en el Casón, y con esta exposición se quiera mostrar al público un conjunto que durante los próximos meses no estará a la vista, O, todavía mejor, que, gracias a la anunciada remodelación de las colecciones de los museos nacionales en función de reajustar cronológicamente sus contenidos, hoy en plena confusión, el Museo del Prado, además de prestar al Reina Sofía todo lo posterior a 1881, preste también, por una parte, al Museo Arqueológico Nacional, sus esculturas clásicas y su pintura medieval, mientras que, por otra, deposite en el de Artes Decorativas el Tesoro del delfin y otros objetos de las mismas características, con lo que, junto a la clarificación, siempre tan necesaria, supondrá un desahogo espacial que permitirá resolver todos los agobios de nuestro primer museo, que así ya no tendrá que ser ampliado.

Sea como sea, analizado el suceso tan sólo desde la perspectiva crítica de una exposición temporal, he de señalar que tiene todo el sentido del mundo en cualquier parte de su anunciada intinerancia salvo en Madrid, donde, como he advertido, la mermada cuota de novedades que aporta no puede justificar en ningún caso el espacio que ocupa, a no ser que haya alguien dispuesto a defender que se retiren cuadros de primer orden de la colección permanente del cuadro para hacer sitio a la muestra de Rivera.

Colección de anécdotas

Pero, en fin, haciendo abstracción de todos estos factores, lo que exige una capacidad de sutileza aún superior a la demostrada por el escolástico Durando de San Porciano, la muestra en sí, analizada científicamente, no es en verdad sino una antológica de pinturas del XIX español sin más concierto histórico, crítico o estético que una indescifrable colección de anécdotas; algo así como quien monta un álbum o collage de imágenes con lo que tiene a mano, y, una vez montado, le busca un argumento. En cualquier caso, si la ciencia sufre, no se puede dejar de admitir que gana la recreación, que es también una forma de hacer didáctica. En estos tiempos tan difíciles y desconcertantes de reordenación, ¿qué quieren que les diga? Que hay 58 cuadros del XIX, que en arte enseña hasta lo que, si bien recreativamente, no tiene la menor gracia y que "menos da una piedra, sobre todo, si se la llevan al Arqueológico.

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