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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Eleccion trágica

EL NOMBRAMIENTO de Oscar Luigi Scalfaro como nuevo presidente de la República italiana se ha producido en circunstancias trágicas. Parece como si los partidos hubieran necesitado de la profunda conmoción que ha sacudido a todo el país ante el asesinato por la Mafia del juez Giovanni Falcone para llegar a un acuerdo. De hecho, la candidatura de Scalfaro se impuso, al menos moralmente, en el acto solemne del pasado dorilingo, dedicado por el Parlamento a la memoria del magistrado asesinado: sus palabras expresaron, con el aplauso unánime de los diputados, no sólo el dolor por la pérdida sufrida, sino la necesidad imperiosa de refórmar un sistema político carcomido por la corrupción e impotente ante las bandas criminales que lo asaltan. Ayer tuvo lugar la elección parlamentaria formal y Scalfaro, apoyado por los principales partidos, obtuvo una holgada mayoría.El asesinato de Falcone no ha sido un crimen más de la Mafia, que los comete con aterradora frecuencia. Ha sido un verdadero desaflo al Estado, una demostración de fuerza de una banda criminal precisamente en el momento en que, sin presidente y sin Gobierno, la República italiana daba una sensación de parálisis total. Pero demuestra además que la Mafia de hoy no es ya la asociación basada en el clientelismo y la omertá, capaz de imponer su ley en la sociedad agraria siciliana. Es mucho más que eso. Falcone era el principal símbolo de la lucha contra la Mafia y ésta le había condenado; vivía bajo una protección constante y sus viajes eran secretos. Que la Mafia haya conocido la llegada del juez con antelación y haya podido preparar el dispositivo del atentado, colocando en una autovía vigilada una tonelada de explosivos, indica unos medios, unas complicidades dentro del aparato estatal y una libertad de maniobra que resultan, cuando menos, impresionantes. Ligada al narcotráfico internacional, con métodos nuevos en su actividad criminal, apoyada por complicidades que nunca han sido aclaradas, la Mafia representa para el Estado italiano un peligro de vida o muerte.

La elección de Scalfaro para el Quirinal refleja quizá esa necesidad imperativa que tienen los italianos de abrir una nueva etapa en su vida política. Rígido en la defensa de los valores éticos, creyente sincero, Scalfaro es un caso especial en la Democracia Cristiana (DC). Por eso cuenta con muchos enemigos en el seno de ésta, y dificilmente hubiese sido propuesto para la presidencia en una hora menos dramática que la actual. Sin embargo, cuando la DC atraviesa por una crisis profundísima -incluso su secretario general, Forlani, acaba de dimitir-, la figura de Scalfaro puede ayudarla a levantar cabeza y a permanecer, como siempre, en la cumbre del Estado. Cabe esperar que ello sirva no para el continuismo, sino para introducir aires de renovación en el partido que ha gobernado Italia durante el último medio siglo y es el principal responsable de los males que hoy sufre.

Por otra parte, Scalfaro, en lo institucional, es lo contrario de Cossiga. No es casual que éste decidiese dejar la presidencia de la República cuando aquél fue elegido para presidir la Cámara. Frente a las maniobras presidencialistas alimentadas por el Quirinal en los últimos meses, Scalfaro considera -y lo repitió el domingo- que el Parlamento es la pieza clave de la democracia y propugna una renovación de la política italiana que no debilite su decisivo papel.

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Italia atraviesa por un momento difícil que inquieta a todos los europeos. A su mala situación económica, con una deuda externa disparada, se agrega la descomposición del Estado, la crisis de los partidos y la cólera de los ciudadanos. Sería gravísimo para Europa que no lograse recuperarse y alcanzar los niveles fijados en Maastricht para la unidad monetaria. La elección de Scalfaro es una buena noticia. Pero quedan muchos pasos pendientes, empezando por la formación del Gobierno. Ellos indicarán si Italia se decide a curar su esclerosis política.

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