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Una sobrina de Millán Astray, herida tras hundirse el retrete de su casa ruinosa

Ana Alfageme

"Cualquier día, la Peregrina se va a matar", decía una vecina de Juan Bravo, 73, en pleno barrio de Salamanca, al ver las humedades de su techo. Peregrina Fernández Millán Astray, sobrina del general, se sentó en el retrete de su casa ruinosa ayer de madrugada. La taza y ella se desplomaron al piso de abajo. Pudo matarse.

Peregrina, que tiene 62 años, se levantó a las tres de la madrugada de ayer de su cama sin sábanas y atravesó el salón, plagado de trastos y basura. Recorrió un pasillo largo, lleno de humedades, hasta la cocina. Cuando fue a sentarse en la taza del pequeño servicio que está al lado, cayó al piso de abajo, una tienda de persianas, al vencerse el suelo. Los bomberos observaron que también el suelo de la cocina estaba a punto de desplomarse. Tuvieron que darle varios puntos en la cabeza y se resiente en las piernas y la espalda del batacazo.

Honores militares

La casa de Peregrina, en el primer piso, tiene su misma edad. Allí vivió también su abuela, la madre del general de la Legión José Millán Astray, quien combatió con Franco. Y cuando murió la abuela, recuerdan los vecinos, vino una compañía de militares a rendirle honores.Pero el piso, en el caro barrio de Salamanca, no debe de ser el mismo. Peregrina no tiene gas, ni puede ducharse porque su baño está clausurado por las humedades. Sólo queda un servicio y tiene que lavar en la pila de la cocina, con un gran boquete debajo, por donde cae continuamente el agua. "Desde hace 15 años hay goteras", dice la dueña de la tienda de persianas, "y la culpa la tiene el casero, que no quiere saber nada". El casero, Demetrio Madrid, quien posee tres de las 14 viviendas, está ingresado en un hospital, según declaró el portero que cobra los recibos.

Peregrina paga 500 pesetas de renta y vive con una pensión de 44.000. "No me llega para nada, yo no puedo arreglar la casa". La pensión le quedó después de que, "por los nervios", dejase de trabajar como empaquetadora en un botiquín militar, dice, "donde me colocó mi tío". "Por las corrientes [en referencia a los electrochoques] perdí la memoria y tuve que dejar de trabajar". Ahora come en un hogar del pensionista y mata la tarde allí viendo la tele o visitando a un hijo que ya no lleva sus apellidos.

Con ella han vivido su hermano y su cuñada. "La cuñada les pega a ella y al hermano y acumulaba basura", comentaba una vecina. "De aquí han sacado dos camiones de porquería". El hermano está ingresado, pero la cuñada, que mendiga por las calles, vuelve de cuando en cuando. "Este verano había un olor insoporable. Ella se hacía todo dentro de su casa", decía una vecina. Los inquilinos le preguntaban ayer que si se sentía bien, y añadían después: "Está loca".

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Sobre la firma

Ana Alfageme
Es reportera de El País Semanal. Sus intereses profesionales giran en torno a los derechos sociales, la salud, el feminismo y la cultura. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora jefa de Madrid, Proyectos Especiales y Redes Sociales. Ejerció como médica antes de ingresar en el Máster de Periodismo de la UAM y EL PAÍS.

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