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El metro, contra góndolas y 'vaporettos'

Polémica en Venecia por el proyecto de construcción de un ferrocarril subacuático

Venecia, la ciudad-museo que más esfuerzos internacionales concita para salvar su precaria viabilidad de incomparable reliquia histórica y artística, tiembla de pasión como si ya fuera realidad el proyecto de construcción de un metro que ha suscitado polémica. Y la agitación verbal es grande, aunque es poco probable que el paso de los ferrocarriles subacuáticos llegue a sacudir algún día las pilastras de la plaza de San Marcos o las aguas quietas de la laguna.Sería difícil concebir un entorno urbano menos adecuado en principio para el tráfico de masas que las líneas metropolitanas facilitan. Y también una ciudad que menos lo necesite en apariencia.

Con sólo 80.000 habitantes y una superficie insular reducida, con una vocacion natural -y promovida desde distintas instancias políticas- de limitar el turismo a números de élite compatibles con la conservación de un difícil equilibrio que se resuelve siempre en victorias del agua sobre la arquitectura, ¿para qué necesitaría Venecia un transporte bajo superficie capaz de doblar su población en 24 horas? ¿De dónde saldrían las masas de visitantes con recursos para pagar los altos precios que la única industria local carga? ¿Qué implicaciones tendría ese tráfico y las obras previas sobre el entorno ecológico y las casas que con frecuencia amenazan ruina?

No obstante, la idea ha entusiasmado a una parte de la inteligencia veneciana, especialmente a la clase política. Incluso ha encontrado una acogida inicialmente favorable en el ministro de Asuntos Exteriores, Gianni de Michelis, que en el pasado apoyó la candidatura de Venecia para la próxima Exposición Universal, desatando un reguero de críticas que llegaron a Bruselas.

También el presidente de la Bienal, Paolo Portoghesi, ha visto la posibilidad de restablecer una comunicación moderna entre la vieja ciudad y el entorno véneto, a cuya capitalidad efectiva aspira, en esta idea que, a pesar de todo, le parece "apresurada".

Pero el que más claramente' ha expresado las prisas y el interés del proyecto es el alcalde de la ciudad, el democristiano Ugo Bergamo, quien ha advertido: "O se aprueba o las subvenciones vuelan". El metro de Venecia ha surgido, en efecto, al vencer los plazos de una ley promovida por el ministro de Turismo, Carlo Tognoli, hoy investigado por el escándalo de la corrupción en Milán, que subvenciona la realización de este tipo de obra. Si se construyera el ferrocarril subterráneo, a la ciudad de los dogos le corresponderían casi 10.000 millones de pesetas en ayudas.

Se pergeñó por ello un proyecto de tres líneas subacuáticas que, partiendo, respectivamente, del aeropuerto, de la estación de ferrocarril y del Lido, cruzarían la laguna para converger en la. isla, circundándola. Todo se hizo un poco a la carrera, y el estudio de los efectos ambiental es quedó para mejor fecha.

El caso es que el Ayuntamiento se ha dividido entre conservacionistas y evolucionistas, según una línea trazada también dentro de cada partido que ha impedido hasta ahora la aprobación del proyecto. Los verdes han conseguido, además, que sea sometido a las juntas de barrio, con lo que no se ve cómo podrá ser aprobado en tiempo legal. Pero el alcalde ha solicitado una ampliación de plazos. Si la lograra, ¿cuál sería el futuro de vaporettos y góndolas?

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