Víctimas y verdugos
Leo con indignación, y desesperación al mismo tiempo, que algunos señores, como Arzalluz, Setién y otros, califican de humanitaria la colaboración de un sacerdote con los asesinos de ETA. Basan su criterio en el deber de ejercer la caridad con "perseguidos", sea cual sea la causa de su persecución. Me parece de un cinismo atroz que se llame "perseguido" al cazador, sanguinario que se toma, un respiro en la búsqueda de las víctimas inocentes para reponer fuerzas y aumentar así la eficacia de su criminal objetivo.
Proporcionarle un refugio seguro desde donde acechar a la presa desprevenida para saltar sobre ella y asestarle un golpe mortal es corresponsabilizarse de los sufrimientos de las próximas víctimas.
La profunda religiosidad de los dirigentes políticos y religiosos del pueblo vasco no debe conducirles a ver víctimas en quienes no son verdugos o caridad en lo que supone el más absoluto desprecio por la vida de sus semejantes.
Lamento la irritación que destilan mis palabras, pero es difícil mantener la moderación ante el sufrimiento de tantos y tantos inocentes y la sangre fría con que se ordenan, ejecutan, apoyan y justifican los crímenes de la banda terrorista ETA.
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