Telefónica y Correos
Por razones que no vienen al caso, me veo en la obligación, grata en cuanto a su destinatario, de utilizar los servicios de correos y teléfonos que dependen del otrora eficaz secretario de Estado de Hacienda, martillo de herejes infractores de sus obligaciones para con el fisco.Pues bien, con esos impuestos que nos exigía tan vehementemente, los españoles contribuimos al pago de estos servicios, además de abonar las tasas correspondientes en forma de sellos de correos y recibos de la, ahora, llamada Telefónica de España, los más caros del mundo en relación con la calidad de los servicios.
Entrar en una estafeta de Correos es como retrotraerse a otra época. Son siniestras, y el sistema de trabajo, decimonónico. Cola para comprar los sellos, cola para entregar el certificado, para, finalmente, echar la carta en el buzón de la calle porque tampoco la recogen después de realizar tan engorrosos trámites. Hoy, concretamente, me han dado las vueltas de 1.000 pesetas en paquetitos de 200 pesetas de monedas de un duro, las pequeñas, que tampoco puedo utilizar para las cabinas de teléfono.
Por cuanto al servicio telefónico, parece que estamos todos de acuerdo que es el más caro del mundo y nadie, la compañía, nos resarce de las malas comunicaciones y del corte de las mismas.
No me diga usted, señor ministro, que las tasas de correos y las llamadas interurbanas que ahora anuncian en la televisión al módico precio de 500 pesetas mínimo son las más baratas de la CE. Ello puede ser cierto en números absolutos, pero no en números relativos de los que nunca hablan, toda vez que recientes informaciones sobre la carestía de vida situaban a Madrid en uno de los puestos de cabeza y en el furgón de cola en cuanto a la renta per cápita.
Voy a escribir 200 cartas, irme a Nueva York por el módico precio de 38.500 pesetas, más barato, en relación, que los pasajes a Sevilla del AVE, echarlas allí al correo y darme una jartá de llamar por teléfono a California. Así, por lo menos, conozco mundo-
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