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FERIA DE SEVILLA

Una faena de Manzanares

A lo largo de la interminable y plúmbea tarde pudieron verse una faena torera de Manzanares, otra valentona de Joselito. No es como para voltear las campanas de la catedral, pero tampoco constituyen granito de anís en estos yermos tiempos que corren. El toreo de la época se ha reducido tanto que ya ni los toros tienen entidad alguna. Antes, un toro era un animal que infundía respeto, maravillaba su casta agresiva y si demostraba en la plaza su bravura, se le rendían honores de capitán general, con perdón. Quiere decirse que la pujanza y la bravura del toro ennoblecía la fiesta y la aureolaba de grandeza. Ahora el toro es un animal objeto, una excusa, sin otro destino que dejarse cortar las orejas. El futuro del toro es convertirlo en un bulto inanimado, a la manera del saco que utilizan los boxeadores para desfogar sus impulsos juveniles y hacer bola. La metamorfosis está próxima. De momento, a los toros ya ni les ponen en suerte para las varas, a nadie importa sin son bravos, el primer tercio es un trámite repugnante. Lógicamente, si el toro que se lidió (cualquiera de la feria) era o no bravo, ese es un misterio que los pobres animalotes se llevaron al desolladero. Con un puyazo a medias metido donde caiga y llegando el toro desde donde la gana, más otro simulado -así se está desarrollando el primer tercio en Sevilla- es imposible dar un veredicto, ni siquiera aproximado, sobre la bravura de las reses.

Alcurrucén / Manzanares, Joselito, Espartaco Chico

Toros de Alcurrucén, con trapío, bonitos de estampa y de variada capa, flojos, mansotes. 1º, 4º (noble) y 6º, inválidos.José Mari Manzanares: pinchazo, estocada corta tendida y rueda de peones (silencio); estocada corta trasera tendida baja (oreja). Joselito: estocada baja (ovación y salida a los medios); estocada -aviso con un minuto de retraso- y dobla el toro (ovación y salida al tercio). Espartaco Chico: estocada perdiendo la muleta (silencio); pinchazo y bajonazo descarado (silencio). Plaza de la Maestranza, 23 de abril. Quinta de feria. Tres cuartos de entrada.

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Los toros de ayer eran cuajados, bonitos y variopintos al poner la pezuña en el redondel, y un ratito después ya parecían el saco del boxeador. El tercero, un hermoso cornalón, castaño albardado y capirote, se emplazó engallado en el centro del redondel, pasó revista a todo el público de los palcos, y daba la estampa fantástica de aquel Jaquetón que enriqueció la leyenda de la bravura del toro bravo. Pero eso duró unos segundos y luego se vio que ni tenía fuerza. Acabó tardo, con la cara alta y Espartaco Chico le aplicó una larga y tesonera faena. Al sexto le hizo Espartaco otra del mismo corte.

Para faena valiente, la de Joselito al segundo, aguantando con enorme serenidad y torería su incierta embestida. En el quinto (una especie de baúl), podía optar por sacarle media docena de muletazos de la categoría de los dos redondos hondos y bellos que instrumentó al principio de la faena, o pegarle 400 pases aburridos. Eligió la segunda opción y aunque mató de soberbia estocada, escuchó un aviso.

Manzanares tiré líneas -que decían los clásicos- en el primer toro, mientras al cuarto le dio pases de excelente factura. Desde luego embarcando con el pico y sin ligarlos, pero bajando la mano cuanto se podía bajar, llevando largo el muletazo. Toreó mejor en redondo que al natural e intercaló trincherillas de añejo sabor. Mató a la berberisca usanza -por lo que el premio de, la oreja fue excesivo- pero se había sentido torero, y eso vale un imperio en los tiempos yermos que nos obligan a vivir.

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