Kinnock se va
DURANTE LA década en que fue líder del Partido Laborista británico, Neil Kinnock perdió dos elecciones generales consecutivas a manos de los conservadores, la última, contra todo pronóstico, el pasado jueves. Y ahí se acabó su carrera política: anteayer dimitió de su cargo. Amargo final para quien, en nueve años, había hecho un tremendo esfuerzo por moderar el laborismo y transformar profundamente su ideología. El problema fue que sus compatriotas, desconfiando del nuevo mensaje, no le creyeron. No llegó a convencer a un electorado al que 13 años de thatcherismo habían cambiado de mentalidad y de riqueza. Y en la cuneta quedaron el compromiso del desarme nuclear unilateral, la promesa de sacar al Reino Unido de la Comunidad Europea o la idea de una mayor intervención estatal en la industria.Neil Kinnock -degradado a partir de ahora a la humilde condición de backbencher, de diputado de a pie- deja a su partido en grave estado de desmoralización. No resultará fácil la designación de un sucesor. Kinnock y, lo que es más importante, los barones sindicales (que disponen del 40% de los votos en la elección del líder laborista -el otro 60% se lo reparten el grupo parlamentario y las secciones regionales-) querrían que fuera nombrado John Smith. De haber ganado los comicios, Smith, un banquero escocés, habría sido ministro de Hacienda. Todos le acusan de frialdad ideológica y de formular un presupuesto en la sombra que contribuyó poderosamente a la derrota electoral de la semana pasada. El otro candidato a la sucesión, Bryan Gould, que habría sido ministro del Medio Ambiente, aboga no sin razón para que el nombramiento del heredero no sera resuelto en caliente. Una decisión precipitada tras el fracaso electoral puede resultar tan nociva para el laborismo como la impuesta por los sindicatos tras la derrota de 1983. El nuevo líder entonces fue Kinnock.
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