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Las divisiones amenazan al laborismo británico

Enric González

El Partido Laborista británico corre el riesgo de resquebrajarse. Los poderes fácticos del partido, desde el dimisionario Nea Kinnock hasta los sindicatos, prefieren no reflexionar sobre el fracaso electoral y zanjar rápidamente el asunto con la elección del continuista John Smith como nuevo líder. Un sector del partido, sin embargo, exige un debate largo que permita una renovación profunda. Bryan Gould se enfrentará a Smith como candidato renovador, en una votación convocada para el próximo 18 de julio.

Neil Kinnock había propuesto junio como mes para la celebración del congreso extraordinario del partido, en el que debe elegirse a su sucesor. Un sector del partido prefería, por el contrario, esperar hasta el congreso anual de octubre para dar tiempo a un mínimo debate. La comisión ejecutiva tomó ayer una decisión salomónica: habrá congreso extraordinario, pero no en junio ni en octubre, sino el 18 de julio.La derrota electoral ha hecho reaparecer entre los laboristas el temido fantasma de la escisión. En la liturgia laborista, cualquier mención al año 1983 va acompañada de la coletilla "nunca más". Ése fue el año en que se produjo la escisión socialdemócrata de David Owen y Roy Jenkins, y cuando el partido obtuvo sólo un 27% de los votos.

El trabajo de Kinnock desde entonces ha consistido en calmar los ánimos, renovar lentamente el programa y eliminar poco a poco a los sectores más izquierdistas (la expresivamente llamada estrategia de las rodajas de salchichón), pero sin enfrentarse jamás a los auténticos propietarios del partido, los sindicatos.

Bryan Gould no ha sugerido en ningún momento la posibilidad de una escisión. Pero la candidatura oficialista insiste una y otra vez en que "la unidad debe preservarse por encima de todo" , tal como dijo Kinnock en su triste madrugada electoral y ayer repitió Robin Cook, convertido repentinamente en mano derecha de John Smith. Se trata de la tradicional reacción automática ante cualquier posición contraria al control sindical.

John Smith, abogado escocés de 53 años, candidato oficial de los sindicatos, presentó ayer oficialmente su candidatura ante el comité ejecutivo del partido y afirmó que su objetivo consistía en "prepararse para llegar al poder a la menor oportunidad". Smith intentó levantar el ánimo de sus compañeros insinuando que la mayoría absoluta conservadora, de sólo diez diputados, podría diluirse en elecciones parciales a lo largo de la legislatura.

La actitud oficial del aparato del partido conecta con el ingenuo optimismo de Smith. Se intenta curar el trauma de la derrota repitiendo los lemas de los últimos 13 años: "Unidad", "La próxima elección será nuestra", "Los electores no entendieron nuestro mensaje" y "La culpa es de la prensa".

Bryan Gould, neozelandés de 53 años, se enfrenta a Smith con la bandera del cambio. Según Gould, el partido debe aprovechar los próximos cinco años para efectuar una renovación profunda. Una nueva derrota en 1996, dice, sería la quinta consecutiva y supondría el hundimiento definitivo. Por eso defendía el aplazamiento hasta octubre de la decisión sobre el líder.

Pero a los sindicatos, que controlan directamente el 40% e indirectamente otro 30% de los votos en el colegio electoral que escoge a los líderes, y pagan el 90% del presupuesto del partido, les pareció que abrir un periodo de interinidad hasta octubre estimularía las divisiones y rompería la paz interna lograda en la era de Kinnock.

El factor menos conocido en toda esta situación es qué representa Kinnock. El líder dimisionario quiere seguir en la comisión ejecutiva, lo que indica que pretende seguir influyendo en la marcha del partido. Defendió un proceso electoral breve y, por tanto, apoyó implícitamente a Smith.

Mientras tanto, el político laborista más brillante de la actualidad, Gordon Brown, de sólo 41 años, guarda silencio. El grupo parlamentario le considera el mejor líder, y no hay diputado que no hable con unción de su "formidable capacidad" y de su famoso coeficiente de inteligencia, superior a 180. Pero Brown prefiere, por el momento, esperar una mejor ocasión.

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