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La curia de Pablo VI pidió garantías de que el Opus guardaba los secretos de la Santa Sede

El cardenal Jean Villot, secretario de Estado durante el pontificado de Pablo VI, pidió garantías explícitas al fundador del Opus Dei de que el derecho particular y la praxis de la Obra no obligaban a sus miembros a informar a los directores acerca de asuntos conocidos por sus puestos en la Santa Sede o en otras instituciones eclesiásticas. Esta información figura en la biografía de Escrivá, que está incluida entre los documentos de su beatificación. La solicitud del principal colaborador de Pablo VI era "de por sí ofensiva además de infundada" y "afectó profundamente al siervo de Dios", añade el texto.

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Las relaciones de la Obra con la curia vaticana atravesaron un periodo crítico durante el pontificado de Pablo VI. Escrivá no logró ser recibido por Pablo VI desde 1967 hasta 1973. El hoy vicario general de la Obra, Javier Echevarría, atribuye ese estado de cosas a las maniobras de Giovanni Benelli, uno de los principales colaboradores de Pablo VI. "Monseñor, ¿por qué nos odia tanto?", dice que le preguntó Escrivá en una ocasión. No añade cuál fue la respuesta.En 1969, Escrivá se enteró de que se había formado una comisión especial para investigar al Opus Dei y escribió una carta al Papa en la que denunciaba el carácter "secreto y sin apelación" de esa comisión. Asimismo, recusó a tres de los cinco miembros de la misma. Del Portillo atribuye el nombramiento de esa comisión a la influencia de "los principales órganos de la prensa anticatólica, que alimentaba serios prejuicios y habían tomado posiciones adversas hacia el Opus".

El cardenal Jean Villot, secretario de Estado con Pablo VI, transmitió a Escrivá el disgusto del Papa por esa carta y el fundador del Opus Dei envió otra solicitando su perdón. No obstante lo cual, en enero de 1971 el cardenal Villot pidió, oficialmente información acerca de los miembros del Opus Del que trabajaban en la curia. Dos años después, el mismo Villot volvió a pedir a Escrivá las garantías antes mencionadas, en el sentido de que los miembros de la Obra con puestos en la Santa Sede no se dedicaban a violar el secreto profesional en beneficio de la información a sus directores acerca de asuntos conocidos por sus puestos en las instituciones de la Iglesia. Escrivá dio esas garantías por escrito. No se lamentó públicamente de esta "incomprensión", sino que su reacción consistió en "rezar con toda su fuerza por los que no comprendían el Opus Dei, y particularmente monseñor Benelli". A pesar de las incomprensiones, Benelli fue uno de los 241 arzobispos que, a la muerte de Escrivá, enviaron cartas postulatorias pidiendo la apertura de la causa de canonización.

Las jerarquías del Opus De¡ que intervinieron en la causa de beatificación han dedicado largas exposiciones a destacar el cariño y amor de Escrivá hacia el Papa, fuera quien fuese.

No obstante lo cual, tanto los testimonios como el texto de la biografía oficial muestran las huellas de las tensiones sufridas. Pío XII, por ejemplo, no le recibió desde 1950 hasta su muerte, en 1958. Escrivá hubo de conformarse con observar su coche, y con recibir la bendición papal a la muchedumbre "como si le fuera impartida personalmente". Consiguió una relación más frecuente con Juan XXIII durante su breve pontificado -que fue el de la convocatoria del Concilio Vaticano II-, pero de nuevo se enfriaron las relaciones con Pablo VI. El Papa no tenía la culpa: los responsables eran sus colaboradores, se afirma una y otra vez en los documentos.

Ortodoxia conciliar

Josemaría Escrivá de Balaguer sostuvo la fidelidad a la línea ortodoxa y jerárquica de la Iglesia, frente a las interpretaciones aperturistas del Concilio Vaticano II. El 2 de octubre de 1963, en pleno desarrollo del Concilio, y a la vista de la "confusión doctrinal existente", Escrivá envió una de sus frecuentes cartas a los miembros del Opus Del. "De nuevo os recuerdo, hijas e hijos queridísimos, lo que con frecuencia me habéis oído: ninguno de vosotros, sin el oportuno permiso, puede leer o retener escritos de autores sospechosos por su doctrina filosófica o teológica".

Tampoco aceptó para la Obra las reformas en el índice de libros prohibidos, cuando éstas fueron aprobadas por Pablo VI. El actual prelado, Álvaro del Portillo, aporta ese dato a la causa y lo justifica, por el "peligro de que entre los fieles se pudiera difundir la idea de que fuese lícito leer indiscriminadamente cualesquiera publicaciones".

Para Josemaría Escrivá, uno de los mayores peligros del Concilio era la presencia de los medios de comunicación. Le disgustaba la presentación de los debates como un enfrentamiento entre progresistas e integristas. Una de sus propuestas consistió en levantar "una barrera" entre el Concilio y la prensa.

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