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66 días de movilización

La huelga que ayer se dio por concluida empezó el lunes 3 de febrero de forma traumática para los madrileños: sin ningún servicio mínimo. Un 53% de los ciudadanos, según una encuesta realizada después por este periódico, confesaba haberse sentido mucho o bastante afectado.Los primeros días fueron duros. Pero vinieron tiempos peores. Los trabajadores de la EMT decidieron hacer servicios mínimos, que consistieran en hacer cubrir un 39% del servicio sólo en horas punta y desde las zonas periféricas hasta las bocas de metro más cercanas. El día que se empezaron aplicar, el 11 de febrero, comenzó la huelga del Metro. La semana del 11 al 15 de febrero fue negra para el transporte público. Un tercio de los ciudadanos llegó tarde a su trabajo.

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Y mientras tanto, los poderes públicos seguían sin reaccionar. Tardaron 25 días en convocar una reunión en el Ministerio del Interior, en la que, con la participación de todas las instituciones, se tomaba la decisión de elevar los servicios mínimos en los autobuses urbanos. De no hacerse cargo de ellos los trabajadores, se evidenciaba la idea de que incluso se podría recurrir al Ejército. Los huelguistas se aprestaron a cumplirlos.

Beneficios para todos

En marzo, la nueva estrategia de los trabajadores de la EMT fue la de hacer huelga días alternos -lunes, miércoles y viernes- para poder conservar unas nóminas menos desmoralizadoras (durante la huelga, algunos trabajadores han estado cobrando una media de 50.000 pesetas al mes). Por eso, el conflicto cumplió ayer su 66ª jornada, aunque de paros sólo suman 46.

Pero el conflicto ha sido beneficioso para todos, excepción hecha del usuario. El Gobierno municipal del PP ha rectificado errores pasados y esgrimido una firmeza que no tuvo en 1990, cuando gobernaba con el CDS. Socialistas e IU han conseguido exponer al deterioro la imagen de sus adversarios políticos. Comisiones Obreras y UGT han quedado como sindicatos responsables, y la Plataforma Sindical, el sindicato que convocó el paro, ha echado el órdago desde su posición privilegiada en el comité.

Hasta los trabajadores del Metro sacaron tajada y aprobaron un convenio con una subida lineal que suponía una media de incremento del 8,1%. Y, entre todos, han provocado que se planteara la necesidad de regular las huelgas.

En la calle, el tráfico se ha complicado y el Metro, además de sucio, ha ido más lleno que de costumbre. La fragilidad del ciudadano, una vez más, quedó en evidencia.

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