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RELEVO EN MATIGNON

Bérégovoy tiene sólo 11 meses para evitar el descalabro socialista en las próximas elecciones

Pierre Bérégovoy tiene 11 meses jpara intentar conseguir que los socialistas franceses no sufran en las próximas elecciones legislativas una derrota tan humillante como la registrada en los recientes comicios regionales y cantonales. Ardua es la tarea y escaso el tiempo para el obrero convertido en genio de las finanzas que ayer fue nombrado por François Mitterrand nuevo primer ministro de Francia. Bérégoboy presentó ayer su nuevo Gobierno, en el que destaca el ascenso del ministro de Cultura, Jack Lang, que se convierte en el número dos del nuevo Ejecutivo al añadir la cartera de Educación a la que ya tenía.

JAVIER VALENZUELANo por anunciada la llegada de Bérégovoy a Matignon dejó de ser acogida con satisfacción por la Bolsa de París y los medios financieros nacionales e internacionales, y con alivio en las filas del desconcertado Partido Socialista (PS). La derecha, en cambio, expresó su escepticismo y comenzó a plantear la gran cuestión: el final de la larga presidencia mitterrandiana. El jefe del Estado francés, vinieron a decir el neogaullista Jaeques Chirac y el centrista Franoçois Leotard, debe ir pensando en su jubilación.Mitterrand, por supuesto, no es de esta opinión. Al sustituir a su fiel soldadita Edith Cresson por su no menos Fiel banquero Bérégovoy -superministro de Economía, Hacienda y Presupuesto desde 1988-, el presidente espera recuperar en los próximos meses parte de la popularidad que ha perdido desde el final de la guerra del Golfo. Para ello, Bérégovoy deberá "abrir los cordones de la bolsa", es decir, o vidarse por un tiempo de la política de extremo rigor económico adoptada por los socialistas franceses desde 1984, una política de la que el nuevo jefe de Gobierno es el símbolo viviente.

Las legislativas se celebrarán en marzo de 1993, y eso da a Bérégovoy muy poco tiempo para realizar esa política "de mayor justicia social" que los diputados socialistas le pidieron ayer. Sólo un retroceso del paro, que está a punto de alcanzar a tres millones de personas, y una mejora del poder de compra de los franceses, permitirán al PS superar ese listón del 20% de los votos bajo el cual cayeron en las regionales y cantonales.

A esa tarea, Bérégovoy, Béré para sus compatriotas, tiene que añadir la ratificación de los acuerdos de Maastricht, la entrada de Francia en buenas condiciones en el mercado único de 1993, la reforma de la Constitución anunciada por Mitterrand y la aireación de una vida política que, a causa de los múltiples escándalos, huele a corrupción.

"Hay que acentuar las diferencias entre la derecha y la izquierda", dijo ayer Henri Emmanuelli, presidente socialista de la Asamblea Nacional. Emmanuelli, uno de los jerarcas consultados por Mitterrand, anunciaba así la política del nuevo Gobierno. Dirigiéndose a los diputados socialistas reunidos poco antes del comienzo de la sesión parlamentaria de primavera, Eminanuelli proclamó: "El electorado nos ha pedido mayor atención al terreno social, y hay que darle satisfacción".

Los diputados del PS habían acogido con un hondo suspiro de alivio la salida de Cresson y el final de una crisis gubernamental que se prolongaba demasiado. "Ahora hay un piloto en el avión", dijo uno. Bérégovoy, profetizó el ex primer ministro Pierre Mauroy, puede "iniciar un cambio y, al mismo tiempo, tranquilizar a los franceses". Según Mauroy, Bérégovoy es "la única personalidad de la izquierda capaz de hacer una política social más ambiciosa sin alarmar a los medios financieros".

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El milagro deseado

En realidad, Francia cuenta con un socialista más brillante y popular que Béré capaz de hacer el milagro deseado por Mauroy. Pero ese hombre había dicho nones al puesto de primer ministro, y Béré se había convertido en el último recurso de Mitterrand. Pese a las llamadas telefónicas a Bruselas de Mitterrand, Jacques Delors, el presidente de la Comisión Europea, se había negado a invertir en Matignon un capital de popularidad que prefiere reservarse para la carrera por la jefatura del Estado francés.

La coalición de centro y derecha RPR-UDF (Agrupación para la República y Unión para la Democracia Francesa), vencedora relativa de los últimos comicios, condenó de antemano la experiencia Bérégovoy. "El país vive su crisis más grave desde 1958, y Mitterrand debería consultar al pueblo", dijo el neogaullista Jacques Chirac, en alusión a su demanda de celebrar elecciones legislativas anticipadas. Chirac fue más lejos y puso en cuestión al presidente. Las regionales y cantonales, dijo, han sido "una condena del mitterrandismo". El centrista Franoçois Leotard fue de la misma opinión: "Mitterrand ya no tiene la capacidad para ser el presidente de todos los franceses".

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