Las coces de los más burros

Los azucarillos y el aguardiente faltan desde hace ya mucho; y después cortaron el agua. La triste zarzuela de nuestro hipódromo ha pasado de la corte del Faraón a la maldición de Tutankamón. La altanera desidia, la rutina sin imaginación ni cálculo, la mangancia arribista, las rencillas entre miniclanes fastidiosos cuya sola mención aburre, el abandono por parte de los medios de comunicación, la omnipresente y españolísima incompetencia... entre todos le vienen matando desde hace mucho a este hipódromo bonito y bien situado, a un paso de la capital, que podría tener carreras todos los meses del año. Para colmo, almas bienintencionadas proponen que el cierre de la M-40 pase por las caballerizas para que el tráfico no perturbe el deambular de los gamos franquistas de El Pardo. El pura sangre de carreras es la especie más amenazada de nuestro entorno, pero ¿cómo se lo explica uno a un ecologista? Si un acuerdo providencial o un apoyo de las instituciones no lo remedian, los esfuerzos por potenciar las carreras hípicas en España sufrirán el mayor revés de su historia. ¡En vano os esforzasteis, campeones! Es el sino de este país que los más nobles caballos perezcan a coces de los más burros...