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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Revisado y a revisar

Como un nuevo hito que añadir dentro de esa encomiable tónica iniciada por el Ayuntamiento de L'Hospitalet de Llobregat de dar a conocer gradualmente las trayectorias de nuestros más ilustres veteranos de la plástica, planteada en este caso en forma de revisión de dos décadas de trabajo de uno de ellos, nos llega esta muestra dedicada a Joan Hernández Pijuan (Barcelona, 1931).Diseñado por Elvira Maluquer y Rosa Queralt con obras en su mayoría, salvo contadas excepciones, de la colección del artista o de la galería que hoy lo representa, la muestra se centra en el trabajo de los últimos 20 años de Hernández Pijuan: la explicitación de la noción de paisaje inseparable de la noción de pintura, o, como el propio artista señala, los modos diversos con que el pintor ve el paisaje a partir de la pintura como herramienta no sólo perceptiva, sino cognoscitiva.

Hernández Pijuan

Centre Cultural Tecla Sala. L'Hospitalet de Llobregat. Hasta el 3 de mayo.

Ejemplo de su visión íntima, que en lo factural parece comportar cierta sistematización franciscana en la construcción del cuadro, es la serie de "paisajes verdes", donde luz y color son el único espacio, el único paisaje válido, que ocupó al pintor hasta inicios de los ochenta.

Sobresalen en esta, en mi opinión, más interesante etapa de cuantas el artista ha abordado, la pieza titulada Paisatge, de 1972, la serie Paisatge amb acotació, de 1974, la carpeta de aguafuertes de 1975, o los trípticos, de 1977. Uno de ellos -el que es propiedad de La Caixa, todo hay que decirlo-, en no muy buen estado de conservación.

Es este el momento en que la tan aireada elegancia de Hernández Pijuan adquiere su mayor elocuencia y originalidad. A partir de 1979, el pintor se inmiscuye en un impasse donde, al tiempo que se recupera cierta dicción gestual y dibujística relacionable con la etapa informalista de juventud, que aquí Se ha eludido, se reconducen los hallazgos hacia una dependencia impresionista de la imagen, de la realidad.

Más tarde, a partir de 1983, Hernández Pijuan recupera el dibujo desde una emotividad de corte orientalizante. A uno le da la sensación de que el pintor abandonó excesivamente temprano una fase que aún podía haberle granjeado nuevos logros. Obras de una radicalidad, quién sabe si no tan rica como la de los setenta, pero cuando menos superior a la monotonía y autocomplacencia que hoy caracterizan al artista.

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