_
_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Seguridad europea

LA REUNIÓN en Helsinski de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE), en la que se integran 51 miembros tras la incorporación de Georgia, Croacia y Eslovenia, se ve obligada a re plantear su función. Fundada en 1975 para asegurar el statu quo entre los dos bloques y evitar una guerra entre ellos, es obvio que ahora su papel tiene que ser radicalmente distinto. En los debates de los últimos días, y pese a las lógicas discrepancias, ha prevalecido la idea de que la CSCE tiene que ser una "comunidad de acción", que necesita tener una dimensión operativa que le permita defender la seguridad de Europa frente a las amenazas de hoy, muy distintas de las que existían en el pasado. Para ello hace falta que se pre pare a prevenir los conflictos étnicos, de fronteras, o provocados por minorías descontentas del Estado al que pertenecen.En ese orden, el acuerdo sobre "cielos abiertos" firmado después de dos décadas de discusiones es un paso adelante: permitirá reconocimientos aéreos sobre los diversos Estados para vigilar el cumplimiento de los acuerdos de desarme. Sin embargo, ese pacto hubiese tenido una eficacia mayor en la situación de guerra fría para la cual había sido concebido. El objetivo de entonces era impedir grandes concentraciones secretas de armas y efectivos que pudiesen desembocar en la tercera guerra mundial. Hoy no puede tener una función del mismo calibre, si bien el hecho de que haya sido firmado es una señal positiva.

Durante cuatro meses, las delegaciones van a preparar en Helsinski el nuevo funcionamiento de la CSCE, que deberá ser aprobado en la cumbre del próximo mes de julio. Las propuestas presentadas hasta ahora se centran en tres puntos: la necesidad de que la Conferencia tenga sus propios cascos azules, idea sostenida por Alemania; la creación de una corte de conciliación y arbitraje, apoyada por Francia, y la sugerencia holandesa de un alto comisariado para las minorías que pudiese recoger todas las quejas en ese terreno. No hay incompatibilidad entre estas propuestas, cada una de las cuales responde a una necesidad evidente. Pero no será fácil su realización. Estados Unidos, con fuertes apoyos incluso de países del Este, se opone a los proyectos que puedan plasmar una estructura militar europea; insiste en que la OTAN se ocupe de todo lo relacionado con la seguridad militar. En todo caso, lo decisivo para que la CSCE pueda cumplir su misión es que la cumbre de julio pueda adoptar medidas en las que la eficacia prime sobre los organigramas formales carentes de operatividad.

Lo cierto es que la CSCE, antes de estar preparada para ello, ha tenido que intervenir en el conflicto (casi una guerra) que enfrenta a dos de sus miembros, Armenia y Azerbaiyán, sobre el enclave de Nagorni Karabaj. El acuerdo logrado para la celebración en Minsk de una conferencia de paz es un paso importante. Azerbaiyán ha tenido que aceptar que Nagorni Karabaj es una cuestión internacional. Por tanto, en su solución será preciso considerar propuestas que no impongan previamente el mantenimiento del estatuto actual, elaborado por Stalin en 1923 y causa de un conflicto que ha originado ya muchas muertes. Sin embargo, la situación parece agravarse: en Bakú y en Eriván las medidas y el ambiente son claramente belicistas. Si los esfuerzos de la CSCE no logran rápidamente el resultado deseado será preciso recurrir a la ONU, como señaló el representante francés. Ésta ya realiza una misión exploratoria encabezada por Cyrus Vance. Pero ello supondría un retroceso en los planes futuros de reforzar la CSCE.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_