Tres elecciones europeas
Con 17 días de intervalo, los ciudadanos han de pronunciarse por medio de elecciones generales en tres de los cinco grandes Estados de la Comunidad Europea: en Francia lo han hecho el 22 y lo harán el 29 de marzo; en Italia, el 5 y el 6 de abril, y en el Reino Unido, el 9 de abril. Coincidencia tanto más importante puesto que no concierne únicamente a los países, sino también a la forma de escrutinio: los británicos se expresarán por el sistema mayoritario a una vuelta; los italianos, por la proporcional pura y simple, que los franceses utilizarán también para los elegidos nacionales, votando al mismo tiempo por escrutinio mayoritario a dos vueltas para los elegidos de los departamentos.Para Europa, las elecciones británicas serán más importantes que las otras porque reflejarán una opinión pública menos hostil al desarrollo de la Comunidad. No se excluye, en los dos grandes partidos que le siguen de cerca en los sondeos, un cambio de mayoría en favor de los laboristas. En cualquier caso, el primer ministro saldrá probablemente muy reforzado, incluso después de una eventual victoria de Major: puesto que éste se apoyaría en el mandato de los ciudadanos en lugar de hacerlo en la simple decisión del aparato del partido para sustituir a Thatcher.
El Gobierno británico no se encontrará debilitado nada más que en la hipótesis de que el empuje de los liberales-demócratas desembocara en una elección triangular, como ocurrió en febrero de 1974. Pero todo nos induce a pensar que este desarreglo duraría poco, desembocando en una disolución algunos meses más tarde que conduciría a una mayoría formada por un solo partido, como en octubre de 1974. Durante el intervalo de una coalición frágil, el acercamiento a la Comunidad podría frenarse, pero a pesar de todo continuaría el diálogo, puesto que los liberales-demócratas están también muy alejados del thatcherismo.
Si el Reino Unido está casi seguro de obtener un Gobierno más fuerte y más europeo que hoy, Italia está todavía más segura de lo contrario. La proporcional favorece la fragmentación de la representación agravada por evoluciones profundas. El nivel de bienestar del Norte eficaz, respecto al Sur estancado en sus mafias y camorras, ha engendrado poderosas ligas nacionales. La transformación radical del ex PCI en Partido Demócrata de la Izquierda ha provocado una escisión de los refundadores comunistas en la que los marxistas convencidos se han unido a antiguos izquierdistas.
Todo esto tiene el peligro de acabar en una Cámara de Diputados todavía más ingobernable que las precedentes, en el momento en el que una reforma profunda del sistema de gobierno se hace indispensable y urgente, puesto que la debilidad del Estado romano constituye ya el obstáculo esencial para la expansión económica y la influencia política de la nación italiana. Después de las elecciones del 5 y 6 de abril se continuará discutiendo este problema como se viene haciendo desde hace más de 30 años, pero sin llegar más lejos de un simple parloteo, con algunos retoques menores que nos hacen pensar en un médico que quisiera curar el cáncer con medicinas para el constipado.
Sin embargo, hay un hombre que podría hacer entrar a su país en el mecanismo de alternancia que da toda su fuerza a los regímenes de Londres, de Bonn y de París. Desde hace tiempo, el jefe de los socialistas italianos sueña con imitar al jefe de los socialistas franceses, que ha elevado su partido del 20,7% en 1973 al 37,8% en 1981, mientras que hacía descender a sus aliados comunistas del 21,4% al 16% en el mismo periodo y al 9,7% en 1988. Pero lo que François Mitterrand ha conseguido con la unión de la izquierda primero y con el dominio absoluto de la mayoría después ¿cómo podría darse en Italia por vías totalmente inversas? ¿Obstinándose en seguir la estrategia del predecesor a la cabeza del Partido Socialista francés, un Guy Mollet obstinadamente fiel a una alianza de centro-derecha? ¿Recomenzando la experiencia de 1983-1987, cuando el jefe socialista del Gobierno italiano dependía enteramente de una Democracia Cristiana que aglutinaba a más de los dos tercios de la mayoría?
A menos que Bettino Craxi tenga la intención oculta de franquear, un poco más tarde, el paso a una tentativa de unión de la izquierda, uniéndola al PSI, por una parte el PDS, y por la otra esa fracción de la DC que piensa que ha llegado el momento de separar sus elementos progresistas de aquellos otros enzarzados en el conservadurismo que la domina. En todo caso, no hay otra vía para que Italia llegue a ser la gran potencia europea que merece ser. Y el jefe del PSI no se comprometerá realmente salvo que el PDS, totalmente liberado de la ideología marxista, conserve lo esencial del poder del ex PCI.
Aunque son locales, las elecciones francesas iniciadas el 22 y que se completarán el 29 de marzo tienen, sin embargo, una importancia nacional y europea porque sus resultados pueden desencadenar una reforma del modelo de escrutinio para las legislativas del próximo año, puesto que los sondeos de opinión muestran una coincidencia entre las intenciones de los votos para 1993 y los votos efectivos de 1992. La caída de los socialistas alrededor del 18% (en lugar del 37,5% de las legislativas de 1988), la bajada de los comunistas al 8% (en lugar del 11,3%), el descenso de la derecha parlamentaria al 33%, hacen prever la elección el año próximo de una Asamblea Nacional en la que los partida rios de Chirac y de Giscard d'Estaing reunirán alrededor de 420 diputados (sobre 577); los socialistas, menos de 130; los comunistas, alrededor de 30; los ecologistas y los seguidores de Le Pen no obtendrán más de tres o cuatro electos, es decir, nada.
Esta perspectiva inclina a algunos a creer que François Mitterrand podría volver en 1993 al sistema proporcional de 1986, que impedía a la derecha parlamentaria reunir sola una mayoría, pues no tenía entonces nada más que alrededor de 270 diputados, contra cerca de 70 para el Frente Nacional y cerca de 60 para los ecologistas. Mientras Italia busca unirse a los Gobiernos fuertes y estables de la nueva Francia, ésta ¿va a volver al modelo italiano de hoy, que el Palais Bourbon practicó en otro tiempo con más brío aún que lo hacía Montecitorio? Bajo la III República, los Gobiernos de París duraban al menos nueve meses, periodo que bajó a seis en la IV, de 1946 a 1958, mientras que los Gobiernos de Roma duraban hasta un año.
¿Cómo imaginar que el presidente francés actual, profundamente demócrata, pudiera traicionar los deberes de su cargo y empañar su imagen histórica destruyendo el régimen eficaz establecido desde hace 30 años, conduciendo a la nación a la impotencia en la que estaba hundida antes y después de la guerra, todo esto para impedir una alternancia que es la esencia misma de la democracia?
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