Por fin, Madrid
Los 400 mineros leoneses culminan hoy su marcha de 500 kilómetros a pie
"Hace 20 días, nadie daba un duro por ninguno de nosotros. Ahora, ya lo ves, ahí está Madrid". Sentado en el arcén de la carretera de La Coruña, uno de los 400 mineros leoneses que participan en la marcha negra definía de esta manera tan expresiva el sentir del conjunto del grupo. Hoy a mediodía, frente a la sede del Ministerio de Industria, habrán cumplido el reto de cruzarse media España en defensa de sus puestos de trabajo.
Todo empezó el 5 de febrero. Ese día, la plantilla de la Minero Sidrúrgica de Ponferrada (MSP) -la primera empresa minera privada del país- decidía ponerse en pie de guerra ante la intención de los propietarios de llevar a cabo un severo ajuste productivo y de plantilla.El cierre de uno de los pozos -el legendario pozo María-, la práctica desaparición en breve plazo de 250 puestos de trabajo y la sensación de que eso era sólo el principio del fin movió a los 2.500 mineros de la MSP a luchar por su suerte.
El encierro a 297 metros de profundidad de ocho miembros de su comité de empresa, que .hoy cumple 49 días, fue la primera medida de presión. Pero eso no bastaba, y menos cuando empezaron a intercambiarse piedras, proyectiles, balas de goma y hasta puñetazos entre los mineros y las fuerzas del orden público.
Todo se complicaba cada vez más hasta que a alguien, no se sabe muy bien a quién, se le ocurrió la locura de que más de 400 mineros recorriesen los más de 500 kilómetros que separan Villablino (León) y Madrid en 18 días. Y sólo con cuatro días de plazo para organizarlo todo.
Una locura que hoy toca a su fin, que ha levantado el apoyo general allá donde pasaba y que ha demostrado una vez más que nunca se sabe hasta donde puede llegar una persona si se lo propone.
"Jamás pensé que iba a pasar de la segunda o tercera etapa". A Chus, que retornó al trabajo de la mina tan sólo un día antes de que la MSP se paralizara, le empuja una motivación muy especial. "Mi padre trabajó toda su vida en la mina y ahora está pagando las consecuencias. La silicosis le obliga a estar cada dos por tres en el hospital. Pero aún así, aplazó una de las sesiones médicas para despedirse de mí en Torre del Bierzo. No le puedo defraudar".
La odisea
Juan Carlos Álvarez, uno de los encargados de ir en cabeza y marcar el ritmo de la marcha, ha pasado una verdadera odisea física. A los problemas habituales durante las primeras etapas (ampollas, tirones, tendinitis) se le unió una flebitis en la pierna derecha."Es un inconsciente, pudo haberse quedado en el camino, porque los médicos nos dijeron que podría producírsele una tromboflebitis", señala Rafael, uno de sus inseparables en la aventura Villablino-Madrid. "No pasa absolutamente nada", replica Juan Carlos, "descansé un día, y al siguiente ya estaba otra vez en cabeza. No puedo defraudar ni a mis compañeros ni a mi familia".
Y es que cuando los mineros de la MSP se plantearon cubrir los más de 500 kilómetros que existen entre Villablino y Madrid, la salud y la financiación se convirtieron en sus principales preocupaciones. Juan, un voluntario de la Cruz Roja que ha seguido la marcha casi desde la primera etapa, resume que "las dolencias más habituales han sido las ampollas, las rozaduras y las tendinitis, que hemos intentado solucionar con yodo, líquidos calmantes, masajes...".
El coste económico de la marcha tampoco ha tenido las dificultades previstas de antemano. Los cerca de 20 millones de pesetas que ha costado la aventura, según la rudimentaria contabilidad de los organizadores, se han sufragado con aportaciones de industriales y comerciantes de la zona, donaciones de municipios y donativos espontáneos.
"Mira, esto es mucho más que la protesta de los trabajadores de una empresa. Nos estamos jugando nuestro futuro y el de toda Laciana, nuestra comarca. Si se acaba la mina, se acaba el pilar económico que sustenta a una población de más de 18.000 personas".
Juan Carlos ha abierto el cajón de los sentimientos. "Los dolores físicos son lo de menos. Tú no sabes lo que es estar lejos de tu mujer y tu hija de 4 años".
Sin embargo, en la marcha ha habido mucho más que sufrimiento psíquico o físico. "Ha sido realmente ejemplar el comportamiento de todos. No ha habido una palabra más alta que otra, excepción hecha de los inevitables roces que surgen en cualquier convivencia prolongada, que si tú vas en cabeza y yo no, que si otra vez carne de comer. Siempre hay algún inconformista pejiguero, pero el balance general ha sido extraordinario", reconoce José Manuel Carnicero, un industrial de la comarca de Laciana que ha formado parte de la organización.
"Algo que nos ha dejado perplejos ha sido el recibimiento de la gente. Sabíamos que no íbamos a tener serios problemas, pero teníamos nuestros recelos, sobre todo a medida que nos alejábamos de León", confiesa un picador que responde al nombre de Javier Rubio. "Ha habido momentos en los que la respuesta de la. gente que nos encontrábamos nos ha emocionado".
Rubio, un hombre pragmático, es el único que ayer en Pozuelo de Alarcón, localidad madrileña donde pernoctaron, se hacía la siguiente pregunta en voz alta: ¿y ahora, qué?. "Sería realmente frustrante que tanto nuestras ampollas como el sufrimiento de nuestros ocho compañeros encerrados en el interior de la mina no valiera para nada".
"Espero", remata Javier Rubio, "que en un día como hoy, en el que los políticos andan discutiendo el estado de la nación, alguien nos ofrezca una solución digna. Hemos hecho esta marcha por conservar la dignidad. Que no se le olvide a nadie".
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