Francia titubea
EL RESULTADO de las elecciones regionales y cantonales de ayer en Francia se salda con muchos más derrotados que vencedores. En términos globales, las macrocifras a seguir son las de una izquierda en retroceso, sin que eso equivalga a una victoria de amplitud similar de la derecha. El gran derrotado es, sin duda, el Partido Socialista, que, con poco más del 18% de los votos, cae en picado con respecto a las regionales de 1986, y los grandes vencedores, los dos partidos ecologistas, que, en conjunto, se van al 13% o al 14% sobre apenas el 3% de hace seis años. Los restantes partidos, ultraderecha incluida de Le Pen, ganan o pierden de forma más matizada.Por primera vez se votaba separadamente la designación de los consejos regionales, una especie de parlamentos autonómicos establecidos en la ley Defferre de 1982, por la que se pretendía descentralizar el poder omnímodo ejercido por París sobre el resto del país desde hace dos siglos. A su vez, los consejos han de elegir a los presidentes de las regiones en liza (22 metropolitanas y cuatro de ultramar).
En 1986, los comicios regionales -que entonces eran los primeros que se celebraban al amparo de la citada ley- coincidieron con las elecciones legislativas, por lo que la batalla política general eclipsó a la regional. Ayer coincidían únicamente con la primera vuelta de los comicios cantonales, lo que añadía alguna confusión a la consulta, pero no le restaba importancia, dado que ésta era la gran oportunidad para que el partido de Jean-Marie Le Pen sostuviera ante el electorado su reciente catarata de bravatas como presunta fuerza emergente en el panorama político. Con más de un 65% de participación, el votante, por su parte, ha desmentido todos los augurios de indiferencia tan voceados durante la campaña.
Cifras en mano, el vencedor ha sido la Unión para Francia (UPF), que integran los neogaullistas de la Agrupación para la República, dirigida por Jacques Chirac, y los liberales de la Unión para la Democracia Francesa (UDF) de Valéry Giscard d'Estaing. Con un 33,3% de los sufragios constituye la primera fuerza política del país, pero retrocede ante su propio 40% obtenido en 1986. El Partido Socialista, víctima del pantano de rencillas fratricidas en el que chapotea, de la impopularidad del Gobierno de Edith Cresson y de la fatiga natural del elector, pierde más de 10 puntos sobre el 30% que consiguió en las últimas regionales. Su resultado constituye una humillación de indisimulables proporciones.
El gran triunfador de ayer es, en cambio, el paquete de dos partidos ecologistas: la Generación Ecología de Brice Lalonde -en buenas relaciones con el socialismo, en cuyo Gobierno figura como ministro de Medio Ambiente, pero que reivindica incesantemente su propia identidad- y los verdes independientes de Antoine Waechter. Entre unos y otros se acercan, según las estimaciones, al 14%, lo que puede convertirlos en futuros árbitros de muchas situaciones.
Hay, sin duda, un segundo triunfador, pero no sin necesarias matizaciones. El Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen gana puntos sobre el 9,7% que obtuvo en las últimas regionales, lo que significa progresión y nada buenos presagios para el futuro. Pero, pese a la movilización de sus militantes, no ha superado su máxima cota de las presidenciales de 1988. A ello ha contribuido el índice de participación, mucho más alto de lo esperado, que ha llevado a las urnas no sólo a los motivadísimos racistas de Le Pen, sino a mucho demócrata de cualquier persuasión preocupado por la marea de xenofobia en el país de la liberté. En cualquier caso, algo debe andar muy mal en Francia, cuando una nación justamente célebre por su respeto de la libertad y los derechos humanos, por su capacidad generosa de acogida, ve crecer una fuerza política de signo xenófobo y cultivadora de un retrógrado espíritu de campanario como la de Le Pen.
Los resultados de ayer tienen escasa relación con lo que se dirimía regionalmente y mucho con el futuro de Francia en general. Se abre ahora una etapa compleja de negociaciones y alianzas que pueden convulsionar el mapa político del país. ¿Pactará la UPF con el FN dónde ambos podrían gobernar en coalición? ¿Qué condiciones impondrán los verdes, unidos o desunidos, para apoyar a gobiernos regionales socialistas cuando su fuerza pueda ser decisiva? Por todo ello, el resultado de ayer parece el de una Francia que titubea, que rechaza mucho más que afirma.
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