Los caídos
Los seis toros se cayeron, lo cual no es de extrañar pues todos los toros de la feria, sin excepción alguna, se cayeron igualmente. Ha sido la feria de los caídos y frecuentemente también de los cadavéricos. Si no llegan a caerse ayer los toros de Cebada, hubiéramos pedido el libro de reclamaciones. Pero se cayeron, en efecto, y algunos con absoluta convicción.Los hubo que, al caerse, parecían entrar en fase agónica. Sin embargo llegaban los peones-grúa, les tiraban de los cuernos y del rabo, y tras insistente forcejeo, conseguían levantarlos. Se hacía presente entonces Rafi de la Viña, se ponía a pegar derechazos, naturales, espaldinas, circulares o lo que hiciera falta, caía de nuevo el toro cuan largo era, y volvían todos a repetir la operación. Por este delicado procedimiento cortó Rafi de la Viña sendas orejas, y el público palmoteaba feliz.
Cebada / Viña, Espartaco Chico, Martínez
Toros de José Cebada Gago, terciados pero con trapío y bien armados; absolutamente inválidos; inofensivos, excepto 3º y 5º que desarrollaron sentido.Rafi de la Viña: estocada trasera baja y rueda de peones (oreja); aviso antes de entrar a matar y estocada (oreja). Espartaco Chico: bajonazo descarado y rueda de peones (silencio); seis pinchazos y descabello (silencio). Alberto Martínez: aviso antes de entrar a matar, tres pinchazos y estocada caída (silencio); estocada corta baja (oreja). Plaza de Valencia, 20 de marzo. Novena corrida fallera. Dos tercios de entrada.
Los toros tercero y quinto, aparte su natural invalidez, sacaron encastado genio, y después de sacarlo desarrollaban sentido, de manera que a sus respectivos lidiadores, Alberto Martínez y Espartaco Chico, los podrían haber cogido por la ingle con sólo hacer así. Lo tuvieron fácil, en realidad: Martínez y Espartaco, con un pundonor, una valentía y una vergüenza torera que les honra, se expusieron a este sinsabor (y otros peores), pues porfiaban derechazos y naturales aguantando todos los parones y todos los derrotes del mundo.
Martínez aún logró embarcar a su toro y templarle en el toreo al natural. El toro de Espartaco, en cambio, era de más incierta condición y no toleraba dos pases seguidos sin tirar la cornada. Fueron dos faenas muy meritorias que al público, no obstante, le dejó frío. Incluso hubo sectores que manifestaron su contrariedad porque los diestros no se estaban quietos. Los públicos fáciles, bullangueros y triunfalistas -este suele ser el caso de Valencia-, cuando sale el toro difícil y el torero no puede torearlo componiendo las habituales posturas marchosas, es de una intransigencia feroz.
Después aparecieron torillos con una pastueña borreguez propia de la docilidad perruna, y como los toreros ya podían poner las marchosas posturas de siempre, el público se sintió harto reconfortado. Alberto Martínez, al sexto, lo toreó espléndidamente a la verónica. Quizá fueron las verónicas más suaves, rítmicas y rematadas que se hayan visto en toda la feria. Y después le hizo una faena vistosa, en la que hubo muy buenos redondos y naturales, aunque excesivamente larga para la perniciosa invalidez que padecía el toro. Espartaco Chico, a uno encastado lo toreó bastante mal. No fue el Espartaco Chico de la temporada anterior, que cargaba la suerte y ligaba los pases, sino un Espartaco Chico que se limitaba a imitar al Espartaco grande y toreaba fuera de cacho, embarcando con el pico de la muleta.
La feria termina hoy con una novillada y ya veremos. Pero la feria de los festejos mayores, ha sido un fraude generalizado, una gran mentira, justo lo contrario a cuanto caracterizó siempre a la fiesta del arte y del valor. Se han lidiado 42 toros, y se han caído todos. Unos, patas arriba; otros, hocicando la arena. La mayoría ya rodaban antes de entrar a los caballos, y luego la suerte de varas se convertía en una pantomima. Los dos puyazos mínimos que dice el reglamento, frecuentemente se convirtieron en un puyazo único, y aún gracias, pues a veces consistía en un leve picotazo para cubrir el expediente.
La feria fallera, primera con el nuevo reglamento en vigor, ha sido la bochornosa feria de los toros caídos. Ese toro moribundo tumbado cuan largo es en la arena, al que tienen que levantar esforzadamente los peones; ese matador que va y le pega circulares, y ese público celebrando gozoso la escena. Si va a ser la fiesta que de aquí en adelante nos espera, más valdrá salir corriendo y no volver nunca, nunca jamás.
Babelia
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