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Clinton intenta demostrar que da la talla para arrebatar la presidencia a Bush

Antonio Caño

La única preocupación para el demócrata Bill Clinton a estas alturas de la carrera electoral en Estados Unidos es la de demostrar que, pese a todos los escándalos que le rodean, tiene cualidades suficientes para batir al republicano George Bush. Para el presidente, mientras tanto, el objetivo ahora, aparentemente salvado el escollo de Patrick Buchanan, es recuperar su energía y su credibilidad para comenzar su verdadera campaña contra los demócratas.

Superadas las elecciones de Illinois y Michigan, los industrializados Estados del Medio Oeste en los que se jugaba el ser o no ser para la mayoría de los candidatos, el principal aspirante demócrata a la Casa Blanca, Bill Clinton, se tiene que concentrar en convencer a los norteamericanos de que es un candidato elegible. Algunos dirigentes demócratas temen estar dando su respaldo a una persona a la que el aparato de campaña republicano puede destrozar en una semana.Los otros dos candidatos demócratas, Paul Tsongas y Jerry Brown, prácticamente fuera de juego por lo que a los resultados electorales respecta, sólo quedan ahora en liza a la espera de que un eventual desmoronamiento de Clinton por culpa de los escándalos financieros y de faldas les deje a alguno de ellos con la antorcha de la designación en la mano.

Victoria imposible

Paul Tsongas, a quien las últimas encuestas situaban en segundo lugar en Illinois y en tercero en Michigan, por detrás de Brown, trata de advertir a los demócratas que están apostando por un caballo perdedor de antemano en las presidenciales de noviembre. "La pregunta debe ser ¿quién puede derrotar a Bush? Yo soy el único candidato capaz de atraer los votos de los independientes y de los republicanos que no quieren a Bush pero desconfían de la política económica de los demócratas", afirma Tsongas.En el último debate televisivo, Jerry Brown se esforzó por demostrar que la vida personal de Clinton hace imposible su victoria en noviembre. El ex gobernador de California sacó a la luz que Clinton se aprovechó de los negocios que hacía el despacho de abogados de su esposa Hillary. Clinton replicó en defensa del honor de su mujer, y la propia Hillary comentó que tal vez algunos habrían preferido que se hubiera quedado en casa preparando repostería, pero que ella decidió mantener su propia vida profesional cuando su marido entró en la política.

El que será su rival en las presidenciales, George Bush, atraviesa un mejor momento. Con un Buchanan muy oscurecido -sólo parece tener posibilidades de mantener una decorosa presencia electoral en Michigan-, el presidente tuvo un lunes de campaña muy relajado.

Primero escuchó en Milwaukee las quejas de los trabajadores manuales, y después recolectó en Chicago un millón de dólares para su campaña en un cena con dirigentes de la comunidad polaco-norteamericana, que pagaron cada uno mil dólares por cubierto para ver y escuchar al presidente.

Bush cree que, después de Illinois y Michigan, Buchanan tendrá que retirarse, presionado por los propios dirigentes republicanos, que creen que ya ha ido suficientemente lejos en su propósito de dar una llamada de atención a la Casa Blanca. El comentarista conservador, desprovisto de los medios económicos y del respaldo de público que encontró en otros Estados más conservadores, no ha podido reproducir la ola que levantó en New Hampshire.

Cubierta esta etapa, la caravana electoral pone ya rumbo a Nueva York, donde las primarias se celebrarán el próximo 7 de abril. Lo único que tendrá que demostrarse para entonces es si Bill Clinton es capaz de resistir todas las presiones a que está sometido. Hombre ambicioso, Clinton ha demostrado una fortaleza de espíritu a prueba de bomba, pero sus rivales quieren aprovechar la enorme caja de resonancia que es Nueva York para poner en evidencia las debilidades del gobernador de Arkansas y obligarle a abandonar sus aspiraciones.

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