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Major rechaza un debate televisado con sus rivales

Enric González

La campaña electoral británica comenzó ayer de hecho con la última comparecencia parlamentaria de¡ primer ministro, John Major, quien se negó a participar en un eventual debate televisado con sus principales oponentes, el laborista Neil Kinnock y el liberal-demócrata Paddy Ashdown. Major y el Partido Conservador iniciaron la campaña con una actitud defensiva, forzada por los resultados adversos de las encuestas y por la poca confianza en su victoria que muestra la City, la comunidad financiera que constituye el más influyente bastión conservador.

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El fin de una época

Faltan aún cuatro semanas para las elecciones del 9 de abril, pero la impresión general es que nadie conseguirá la mayoría absoluta. Parlamentarios conservadores y laboristas declararon ayer que en estos momentos no es realista pensar en un Gobierno fuerte.El tercer partido en discordia, el liberal-demócrata, insiste en que sólo podrá evitarse una segunda elección este año si John Major o Neil Kinnock aceptan las condiciones de Paddy Ashdown -Implantación del sistema electoral proporcional y aplicación de la Carta Social comunitaria- y se forma un Gabinete de coalición.

Major rehuyó con humor el desafío del debate público propuesto por Neil Kinnock. "Todos los políticos que temen perder lo piden", dijo, "y el político que va a ganar siempre se niega". Pero en el cuartel general conservador no existe tanta confianza.

La Bolsa de Londres bajó ayer por segundo día consecutivo, lo que se interpreta como una clara señal de escepticismo por parte de la City ante las posibilidades electorales de John Major.

Lo que más alarma al sector financiero es la perspectiva de un Gobierno minoritario, sea cual sea, y la convocatoria de un nuevo proceso electoral. "Una segunda elección dentro de este año garantizaría la prolongación de la recesión al menos hasta diciembre", dijo ayer Roger Burman, portavoz de la Cámara de Comercio Británica.

Falta de entusiasmo

Las encuestas, por su parte, revelan que la ciudadanía está hastiada de electoralismo tras siete meses de precampaña y que ni conservadores ni laboristas despiertan entusiasmo. Sólo los liberal-demócratas y los independentistas escoceses del SNP pueden aprovechar ese desánimo.

El arranque de la campaña ha confirmado que la economía será la cuestión crucial. Asuntos como el incremento de la delincuencia, la mala calidad de la educación, las tensiones raciales y las bolsas de marginación han quedado en segundo plano.

Los laboristas lanzaron ayer masivamente su primer cartel electoral: Si no han podido arreglar las cosas en 13 años, no podrán nunca. Es la hora del laborismo.

Los conservadores presentarán el miércoles próximo sus propuestas, que el presidente del partido, Chris Patten, calificó ayer de "visionarias" y "llenas de nuevas ideas".

El problema parece ser que todas estas "nuevas ideas", que fueron ya esbozadas parcialmente el pasado martes en el presupuesto, tienen muy poco que ver con la vieja filosofía thatcherista y se parecen sospechosamente a las proposiciones formuladas por laboristas y liberal -demócratas en los últimos años: mejores servicios públicos aún al precio de incrementar el déficit público, incremento de las pensiones y menor presión fiscal sobre las familias con menos recursos.

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