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¿Incinerar? No, gracias

Cada madrileño produce un kilo de residuos sólidos urbanos (RSU) que gestiona anualmente nuestra comunidad rondan los dos millones de toneladas. Una Cifra astronómica, según los autores del artículo

Pero más preocupante aún es la evolución de los últimos seis años en que la cantidad de RSU ha crecido un 40%; apreciablemente más que el PIB en ese mismo periodo. O dicho con otras palabras, aumenta más rápidamente la producción de residuos que de artículos realmente necesarios. Es evidente que esta tendencia no puede mantenerse si se quiere dar una solución a estos residuos respetuosa con el medio. Deberían dictarse normas que gravaran el excesivo empaquetado o envasao, evitar la proliferación de envases no retornables y limitar el coste del envase en relación con el producto. No parece razonable que existan bolsas metalizadas de aperitivos que consuman más energía que la existente en el alimento que contienen, frascos de colonias que cuestan más que el perfume, envases de productos cosméticos mucho más valiosos que su contenido... Defender estos productos en nombre de la libertad de elección del consumidor es ignorar la responsabilidad del productor en los daños que estos provocan al medio. ¿Por qué hemos de pagar otras personas la elección de estos productores?, ¿por qué al menos no se responsabilizan ellos de la gestión de sus subproductos?Para los ecologistas el problema de los residuos entraría en vías de solución si éstos dejaran de ser considerados como basura de la que no cabe obtener utilidad alguna. Durante centenares de años la humanidad sacó provecho de sus residuos y hoy debería seguir haciéndolo. No tiene mucho sentido horadar la tierra en busca de minerales que después se someten a costosos procesos metalúrgicos al tiempo que se arrojan a contaminar el medio esos mismos metales casi directamente utilizables; muchos plásticos reciclables afean los campos durante decenios cuando de ser reaprovechados permitirían ahorrar el petróleo del que provienen; la materia orgánica contenida en los restos de alimentos serviría para aumentar la fertilidad de los suelos... Las ventajas de estas prácticas son evidentes en el caso del papel y el vidrio que. ya se reciclan a cierta escala.

Valdemingómez

El Ayuntamiento parece decantarse por una opción mixta que conjuga el reciclaje y la incineración. En la actualidad, casi todos los RSU de la capital van a parar al vertedero controlado de Valdemingómez que almacena las dos terceras partes de los residuos de la comunidad. Este vertedero, junto a la carretera de Valencia, cerca de las urbanizaciones de Rivas-Vaciamadrid y de Santa Eugenia y Vallecas Villa, cuenta entre otras cosas con una planta de reciclaje de plásticos y una instalación de fabricación de compost. Ambas sin funcionar. En este momento sólo se recupera una pequeña cantidad de metales férricos. La instalación, que existe desde 1978, estará saturada en la segunda mitad de los noventa.

El proyecto municipal, actualmente en construcción, consta de una planta de separación con capacidad para unas 1.200 toneladas por día (la tercera parte de los residuos que llegan a Valdemingómez) y una incineradora para desechos de la plantaio rechazos. En AEDENAT vemos con escepticismo próximo a la simpatía la primera instalación y nos oponemos con todas nuestras fuerzas a la segunda. El escepticismo deriva de la dificultad constatada de separar por procedimientos incluso de tecnología avanzada los diversos componentes de los RSU. La mezcla que se da en las bolsas de basura entre materiales muy diversos hace virtualmente imposible su separación posterior, ya que, por ejemplo, el compost resultante aparece contaminado por metales pesados, trocitos de vidrio, papeles y plásticos, que reducen drásticamente sus opciones de utilización. Flor el contrario, una separación en-origen, es decir, realizada por los ciudadanos al depositar las basuras, simplifica las tareas de gestión posterior, reduce prácticamente a cero los materiales no aprovechables y mejora la calidad de los productos. Como en tantas otras cosas, la tecnología es un mal remedo de la participación pública. Para nosotros no cabe adoptar posturas pesimistas a priori aduciendo que los ciudadanos no colaborarán, ya que no corresponden a los resultados de otras experiencias. No deja de tener su ironía que los mismos que continuamente aluden a nuestra homologación europea nieguen la posibilidad de hacer aquí lo que es normal en decenas de ciudades del continente. Eso sí, se requiere la determinación política de la que se hace gala en otras circunstancias. No conviene olvidar tampoco que separación y reciclaje no son términos sinónimos, aquélla es necesaria para éste, pero es preciso además crear los canales de comercialización que permitan obtener provecho de los productos. Algo en lo que han fallado estrepitosamente las experiencias anteriores del Ayuntamiento de Madrid.

La incineración es el problema. Como resulta obvio para cualquiera que lo piense dos minutos, quemar no es eliminar la contaminación, es pasarla de la tierra al aire ya de por sí muy contaminado. Entre los productos contaminantes emitidos por las incineradoras están los metales y semimetales (plomo, mercurio, antimonio, arsénico, berilio ... ) y las especies de combustión incompleta y de recombinación entre los que la agencia americana del medio ambiente (EPA) identificó clorobenceno, cloroformo, fosgeno, dioxinas, furanos, etcétera. Las dioxinas son substancias tan tóxicas que la CEE ha establecido como límites máximos tolerables una billonésima de gramo por kilo de peso y día; una cifra para la que es imposible el control ambiental. Un estudio del Gobierno sueco mostró que la incineración de RSU es el proceso industrial que más dioxinas emite a la atmósfera. Los sistemas de limitación de las emisiones (filtros electrostáticos y lavadores) son muy caros, consumen mucha energía y, sobre todo, son insuficientes. Si se tiene además presente que la población próxima a la incineradora es muy elevada y con tendencia a crecer espectacularmente se ve que los riesgos sanitarios son inaceptables. Además de las emisiones gaseosas se producen escorias y cenizas más tóxicas que los residuos originales. Su volumen es de un 30-40% del residuo sin tratar.

Otra pregunta de interés es la cantidad de residuos a quemar. El proyecto presentado habla de un 10% de la capacidad de la planta de reciclaje, es decir, un 3% del total de los RSU. Una cifra increíble. Ninguna institución se arriesga al coste económico y de impopularidad que supone una incineradora para resolver una parte tan pequeña de sus problemas. Como si de niños pequeños nos tratáramos, el Ayuntamiento ha decidido decirnos sólo parte de la verdad de sus proyectos. La democracia, sin embargo, supone aceptar que el pueblo es adulto y que, aunque se equivoca, esto siempre es preferible a que otros lo hagan en su nombre. Lo cierto es que según experiencias anteriores nunca se quema menos del 35% de los residuos tratados; todo ello si se comercializan los productos separados. En caso contrario, aún se quemaría más. Cabe pues suponer que la incineración es la alternativa real para el tratamiento de RSU del Ayuntamiento. Y por eso nosotros nos oponemos. La novedad es que la oposición lleva camino de convertirse en masiva. La manifestación celebrada recientemente contra el vertedero nos sorprendió en primer lugar a sus organizadores, que no esperábamos resultados tan espectaculares. En AEDENAT nos habíamos resignado a no ser capaces de recoger en la calle la simpatía por nuestros planteamientos que muestran todas las encuestas. Parece que las cosas han cambiado, y por eso las movilizaciones seguirán hasta que el Ayuntamiento reconsidere su postura.

Ladislao Martínez (químico) y Carlos Martínez (abogado) son miembros de la Asociación Ecologista de Defensa de la Naturaleza (AEDENAT).

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