Sociología de la mugre
Las disquisiciones sociológicas son inevitables cuando se trabaja en la limpieza. Pedro comenzó hace siete años como basurero en el distrito de Centro. Ascendió a conductor y ahora es el supervisor de todos los basureros de ese barrio. A su modo, ha visto evolucionar la sociedad y guarda razonadas teorías sobre el comportamiento de los madrileños. Sabe que cuando comenzó de basurero un camión pasaba sin dificultades por todas las calles de Centro durante un viernes. Ahora hay que llamar a la grúa varias veces. ¿Conclusión? "La gente sale más o compra más coches, o las dos cosas a la vez". Las bolsas que recogía Pedro llevaban en el olor y el tacto las comidas de potajes y cocidos. Ahora, los cartones de las comidas precocinadas ocupan la mayoría de las bolsas. "Cambian de hábitos alimenticios", explica Pedro.La concejal de Medio Ambiente, Esperanza Aguirre, añade más factores para analizar la suciedad en las calles: la poca colaboración que existe por parte de los porteros, que "cada vez son menos y sacan menos cubos a la calle", y el "tremendo aumento" de envoltorios en bares y supermercados. Cada madrileño ha incrementado en 200 gramos la basura que tiraba hace cuatro años", asegura.
Malas costumbres
Las costumbres de una ciudad no cambian de la noche a la mañana. Hace un mes que los 1.300 basureros de Madrid amenazaron con no recoger las bolsas que los ciudadanos dejan fuera de los contenedores. El Ayuntamiento anunció entonces a bombo y platillo que llamando a un determinado teléfono se facilitarían contenedores. Las líneas se saturaron, se instalaron 1.800 cubos más. Pero la gente siguió vertiendo el 20% aproximadamente de sus bolsas fuera de los cubos, según los datos de Focsa.
El Ayuntamiento elaboró hace pocas semanas un estudio que ofrecía interesantes conclusiones. Los desperdicios que recoge el servicio de limpieza en las papeleras y las aceras son agrupados en bolsas en ciertos lugares de cada barrio, para que un camión pase después a recogerlos.
Esos lugares son los que aprovechan los menos "aseados", y en su mayoría reincidentes, para depositar sus "pequeñas sobras": colchones, mesas y televisores. Además, no hay distinciones por clases: ocurre por igual en el barrio de Carabanchel y en el de Salamanca.
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