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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los demócratas y HB

DESDE HACE cinco años, Herri Batasuna (HB) ha perdido votos en las sucesivas elecciones celebradas. Episodios como las revelaciones de la Ertzaintza sobre la red, de extorsión de ETA y la presunta participación en ella de miembros de HB han contribuido a desgastar la credibilidad que ese partido conservaba en la comunidad nacionalista. La provincia de Guipúzcoa, en la que HB es la fuerza mayoritaria, y los medios juveniles, de los que extrae su capacidad de movilización, siguen constituyendo sus principales reservas. Pero en las últimas elecciones perdió el 10% de sus votos en esa provincia, y, según una encuesta del Gobierno vasco, entre 1986 y 1990 aumentó en 10 puntos el porcentaje de personas menores de 30 años que declaran que nunca votarían a HB. Documentos internos de ETA recientemente difundidos atribuyen a la incidencia social del Pacto de Ajuria Enea esos retrocesos.Cualquier propuesta de modificación de la estrategia de las fuerzas democráticas respecto a ETA y HB plasmada en dicho pacto deberá ir respaldada, por tanto, por poderosos argumentos. Y, a no ser que el PNV disponga de informaciones desconocidas por la opinión pública, no aparecen indicios suficientes que justifiquen de modo rotundo la revisión del análisis que condujo a las fuerzas democráticas vascas a la conclusión de que para acabar con ETA era preciso el aislamiento social y político de quienes le dan su apoyo y cobertura política. Aislamiento social: para hacer ver a los seguidores de HB el rechazo que su proximidad con ETA suscita en sus conciudadanos; para marcar distancias entre los demócratas y quienes tratan de imponerse por la fuerza, acabando así con la pretensión de ETA de actuar en nombre de todo el pueblo vasco (o de su mayoría nacionalista); para desgastar el apoyo social que ETA necesita como coartada para seguir matando.

Pero aislamiento político también: hacer saber a los dirigentes de HB que las fuerzas democráticas no colaborarían con ese partido mientras no rompiera sus lazos con los pistoleros. Esa reflexión ya incluía la posibilidad de que en el interior de HB surgieran sectores partidarios de tomar distancias con ETA y desligarse de su estrategia de la tensión; pero se pensaba que sería contraproducente cualquier iniciativa de deshielo que no fuera precedida de movimientos concretos de HB en el sentido de que aceptaba las reglas del juego democrático. Lo contrario, se dijo, sería premiar el inmovilismo, y ello no ayudaría, sino que dejaría sin argumentos a esos supuestos sectores críticos.

Ningún movimiento de distanciamiento de la violencia o indicativo de una aceptación de las reglas del juego se ha producido. Y existe además el precedente desgraciado del intento de pacto del pasado verano sobre la autovía: Herri Batasuna dijo de entrada que aceptaría el veredicto de las Juntas Generales de Guipúzcoa, cualquiera que éste fuera; pero cuando la firmeza de los demás partidos le hizo ver que quedaría en minoría, retiró su palabra aduciendo que las condiciones habían cambiado.

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En las últimas semanas, un problema menor, la posibilidad de que fueran rechazados los presupuestos de la Diputación de Guipúzcoa -que gobiernan en coalición PNV y PSOE- dio origen a nuevos episodios de deslealtad hacia el Pacto de Ajuria Enea. Es posible que la necesidad de justificar esos malos pasos con el argumento de que "algo se mueve en HB" haya influido en la aceptación del diálogo tanto o más que los supuestos indicios detectados. Pero es cierto que ese episodio ha puesto de relieve la contradicción existente entre la voluntad de hacer política de algunos dirigentes de HB y su supeditación a la estrategia violenta de ETA.

Ese factor, más el hecho de que la iniciativa haya partido ahora de HB, son los elementos que permiten otorgar el beneficio de la duda a la iniciativa del PNV. La enérgica afirmación de Arzalluz de que "esto nada tiene que ver con una negociación", y las garantías sobre la supeditación de cualquier eventual acuerdo al consenso entre las fuerzas democráticas parecen disipar las peores sospechas. También se ha insistido por parte de portavoces del PNV en el carácter exploratorio de los contactos. Lo primero que hay que explorar es qué se esconde tras la solicitud de HB. Si busca ganar tiempo y romper su situación de aislamiento, o si intenta contar con un avalista para romper amarras con ETA. Es poco probable que se trate de esto último. Pero si así fuera, su comportamiento apenas habría podido ser diferente dada la naturaleza de su relación con ETA. Ése es el principal argumento para no descartar totalmente que el PNV cuente con datos que justifiquen su aceptación de la invitación de Herri Batasuna.

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