De la mujer
Hay muchas maneras de descalificar a las mujeres y a nuestro intento de ser consideradas personas. Una es la de los hachanis y rafsanjanis. Otra es la culpabilización y la burla, que tiene la ventaja de ser ampliamente aceptadas, y, como laicas, de venir desde cualquier flanco, incluso el de la psiquiatría. El solo hecho de llamarnos "féminas" indica el desprecio que sienten por el género mujer aquellos que deberían reflexionar en vez de aceptar ciegamente. Nosotras no podemos usar una palabra equivalente para los señores, porque no existe.Las palabras deprecatorias para el sustantivo "hombre" son las que los comparan con los homosexuales y / o las mujeres, es decir, los marginales sin remedio (marica, nenita, mariposa, etcétera). Una se inquieta por ciertas patientes, tiembla pensando en la Ibaltación de las gordas madres ausentes de la historia que los psiquiatras sexistas pueden tratar de imponer como modelos.
Esos psiquiatras no van más allá de la apariencia, ni siquiera cuando se acercan tanto a la verdad (EL PAÍS, 21 de enero de 1992). No, no es una conspiración: los hombres no se esconden detrás del sofá del salón a espiarnos para ver cómo pueden perfeccionar la opresión. No les hace falta. Basta con el discurso social que nos exige ser altas, flacas, rubias, de ojos verdes (o celestes) y tener siempre 16 años. La sociedad dicta una norma y, de acuerdo con ella, educa a sus hombres y a sus mujeres, por eso hay grupos de concienciación y de autoayuda, para deseducar a las que no pudieron, o no supieron, o no quisieron (véase el asunto ése del beneficio secundano) salvarse y hacerles ver que son (somos) libres de ser bellas a la manera de cada una y no a la manera de la televisión o los fabricantes de cosméticos o los señores (y señoras) que dictan la moda en exquisitos desfiles.
No está en mi ánimo iniciar una polémica: a) no sé si ese periódico las alberga; b) no polemizo con gente que carece de un pensamiento elaborado y repite los prejuicios de siempre: los negros son sensuales, los judíos son amarretes, las mujeres somos idiotas intuitivas lloronas débiles suaves sumisas y nos dejamos llevar por la moda.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.