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Alerta rusa en el Báltico

Las minorías y la reivindicación territorial bielorrusa en Lituania, focos de conflicto

Los rusos de los países bálticos no se sienten seguros de su destino. Son casi dos millones de un total de ocho millones de habitantes de Estonia, Letonia y Lituania, y ven amenazados sus derechos y propiedades. Son un factor de inestabilidad considerable cuando los tres países están inmersos en un proceso democrático de corte occidental. Eltemor a una reacción rusa persiste con la presencia en la región de 120.000 soldados en situación casi desesperada. Además, Bielorrusia acaba de recordar a Vilna sus reclamaciones territoriales.

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Lituania celebró el pasado día 16 el 741 aniversario de su independencia. El presidente, Vytautas Landsbergis, dio una recepción. Por primera vez se vio rodeado de 12 embajadores occidentales, entre ellos los de Estados Unidos, Alemania, Francia, Reino Unido, el Vaticano y los países escandinavos. También tuvo como invitada especial a la secretaria general del Consejo de Europa, Catherine Lalumière, en visita de observación al Báltico para comprobar el respeto de los derechos humanos y el curso de las reformas democráticas. Los bálticos han pedido su ingreso en el Consejo.El Parlamento lituano, donde se encuentra el despacho oficial del presidente Landsbergis, sigue protegido por barricadas de bloques de hormigón desde enero del año pasado, cuando la URSS envió tropas y manifestantes promoscovitas trataron de asaltarlo. La antesala y el propio despacho de Landsbergis están protegidos con sacos de arena.

"No hay temor a ataques rusos", dice un funcionario. Las tropas rusas en Lituania, país de 65.200 kilómetros cuadrados, suman unos 50.000 soldados. Además, Lituania tiene un contencioso territorial con Bielorrusia que llega hasta las mismas puertas de Vilna.

Sociedad abierta

Las reformas políticas en Vilna se aceleran. La república se rige por una Constitución provisional, aunque hay elaborado un nuevo texto que será sometido a referéndum este mismo año. "Tratamos de crear una sociedad abierta", dice A. Zanuske, del centrista Partido Democrático del Trabajo (ex comunista). Las formaciones en el poder son el Sajudis (34 escaños), el Partido Nacional (14 escaños) y el VII Grupo (10 escaños).

El problema de las minorías nacionales afecta a Lituania en menor medida que a las otras dos repúblicas. En Vilna, Riga y Tallin preocupa que se les recuerde lo que está ocurriendo en Yugoslavia. La balcanización en el Báltico no es probable, pero tampoco imposible.

La minoría polaca, que constituye el 7,7% de la población, reivindica la autonomía territorial en los alrededores de Vilna y en la región de Salcininkai. En la primera se concentra una importante población polaca, con alto índice de desempleo, que se ve amenazada por la expropiación.

La minoría rusa es mayor que la polaca, un 8,6%, pero plantea menos problemas. Los rusos no quieren quedarse, aunque no pueden marcharse porque no tienen adonde ir. En Rusia, las cosas marchan peor. Al menos en Lituania tienen casa, comida y empleo. Los puestos en empresas clave y en las centrales nucleares están copados por ellos.

El salto de Vilna a Riga (900.000 habitantes), capital de Letonia, pone en evidencia las diferencias bálticas y la uniformidad ficticia impuesta por la ocupación soviética. Ambas capitales están sólo a 40 minutos en avión, pero los aires de libertad son otros. En Vilna se respira una situación de asedio. Riga da la sensación de optimismo y vitalidad. También es verdad que los lituanos hicieron frente a los soviéticos en defensa de su independencia, mientras que letones y estonios se mostraron más moderados en su actuación frente a Moscú, si bien esto no va en detrimento de su sentimiento independentista. Letonia ha estado de manera continua sometida a la ocupación extranjera. La calle principal de Tallin es un buen ejemplo. A principios de siglo se llamó avenida del Zar Alejandro (época zarista), después avenida de Hitler (época nazi), luego avenida de Lenin (época soviética) y actualmente avenida de la Libertad.

La situación no se puede decir que sea boyante. Serguéi Dimanis, economista y presidente del grupo A Favor de la Igualdad de Derechos (ex partido comunista,en la oposición), cree que "no se está negociando bien con Moscú ni política ni económicamente. La ruptura con la URSS fue un error, y lo estamos pagando".

Cambio democrático

El cambio democrático se rige por la Constitución de 1938, previa a la ocupación soviética de las repúblicas bálticas por el acuerdo de 1940 entre Hifier y Stalin. El Frente Popular (FP, movimiento nacionalista que agrupa a demócratas de diversas ideologías) ejerce el poder. Al otro lado, en la oposición, están los ex comunistas, aunque esto es algo relativo, porque dentro del FP hay también ex comunistas de pro, como el propio presidente, Anatoli Gordunov.

El problema de las minorías y la ley de ciudadanía es uno de los más importantes que hoy tiene planteados Letonia. De sus 2,7 millones de habitantes, el 33,8% son rusos, seguidos en menor escala por bielorrusos, ucranios, polacos y otros. La población letona alcanza el 51,8%. No hay un censo fidedigno, y el temor es hacerlo porque puede demostrar que los letones están por debajo de ese porcentaje y son minoría en su propio país.

El Gobierno de Riga (los rusos en la capital son el 70% de la población) quiere hacer una ley de ciudadanía encaminada a crear una nación uniforme, aunque reconociendo las peculiaridades culturales de cada grupo. Los rusos se consideran discriminados. Quedan excluidos los que sirvieron a las Fuerzas Armadas y al partido comunista de la URSS, que son miles.

Esto ha creado una tensión social muy importante, tanto que el presidente de Rusia, Borís Yeltsin, ha tenido que calmar a los Gobiernos de Riga y Tallin asegurándoles que los 120.000 soldados rusos en las repúblicas bálticas están bajo jurisdicción y control de Moscú, no de los rusos bálticos.

Armas químicas en Estonia

"Hemos comprobado la existencia de armas químicas en nuestro territorio", denuncia el primer ministro de Estonia, Arnold Rütel, al referirse al peligro de tener allí todavía al Ejército ruso. No es la única queja, ya que también ha pedido a Moscú que desmantele el reactor nuclear instalado a sólo 40 kilómetros de Tallin, la capital.Estonia es la más pequeña de las tres repúblicas bálticas, con 1,6 millones de habitantes, de los cuales el 61,5% son estonios y el 30,3% rusos. La prensa de Tallin muestra permanentemente estos días, en primera página, la preocupación fundamental de la población: escasez, restricción de calefacción y faltade alimentos. En el hotel Lembitu, antiguo alojamiento de los jefes comunistas que viajaban desde Moscú, no funciona la calefacción ni hay agua caliente. Para que los clientes, con temperaturas bajo cero, puedan afeitarse por la mañana, la recepcionista les facilita una pequeña taza de té con agua caliente. Con esa ración, tienen que afeitarse y lavarse. Un canadiense-estonio que trabaja en el Ministerio de Exteriores y se aloja en el hotel puntualiza: "Esto da una idea de cómo están las cosas".

El Gobierno de Tallin asegura que los problemas más acuciantes, al margen de la crisis económica, son la elaboración de la nueva Constitución, la leyde ciudadanía y la seguridad en las fronteras. Los estonios sufren también la incertidumbre de no tener todavía instituciones políticas. Como en Lituania y Letonia, la ley de ciudadanía, aprobada el pasado miércoles, afecta a la minoría rusa, que se concentra en Tallin y en el noreste del país.

Los rusos estonios deben escoger entre la nacionalidad de origen o la del país de residencia. La nueva legislación dificulta las relaciones con Rusia, ya que gran parte de la minoria llegó como ocupante. El diputado VIadímir Lebedev, del ex partido comunista -que representa a la mayoría de esa población-, se lamenta de que se les llame extranjeros.

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