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Delors se queda; Felipe, también

Los Doce quieren que el presidente de la Comisión pilote la transición de la CE

Jacques Delors es el candidato para sucederse a sí mismo al frente de la Comisión Europea. Los principales líderes de los Doce están de acuerdo con prorrogarle el mandato que expira este año para que pilote el proceso de transición de la Comunidad Europea (CE) hasta la entrada en vigor del Tratado de Unión Europea, firmado en Maastricht. El presidente Felipe González puede optar a situarse al frente de Europa en la renovación de 1995, pero entonces tendrá que luchar con un rival bien colocado, el primer ministro holandés, Rutid Lubbers.

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Prefiero ser albañil en Bruselas que bombero en París", comentó hace unos días Jacques Delors en una comida que dio en su casa a un grupo de íntimos. Los comisarios y el núcleo duro, o círculo de confianza que rodea al presidente de la Comisión Europea, da por hecho que el hombre que cogió las riendas de la CE- en 1985 para sacar a esta institución -del marasmo y convertirla en uno de los tres polos del mundo seguirá al mando de la nave europea. Si es así, Delors establecerá el récord de estar 10 años de presidente de Europa, título inventado por los periódicos norteamericanos para irritación de líderes como François Mitterrand.El propio interesado, que se define a sí mismo como el "albañil del edificio comunitario", "el mecánico que ensambla las piezas" o "el ingeniero que vigila para que la maquinaria funcione", insiste en que decidirá cuando llegue el momento. "La elección la haré en función de si puedo seguir siendo útil a la construcción, europea y de si las ambiciones de los Doce están a la altura de los retos", dice. La CE tiene al Tratado de Unión Europea para la unión política y monetaria como listón para afrontar el futuro. El momento de la decisión llegará con la cumbre de Lisboa, los próximos 26 y 27 de junio.

Los Doce tendrán que decidir entonces quién será el presidente de la. Comisión Europea, aunque la mayoría de los líderes ya han manifestado, en público y en privado que "el mejor sucesor de Delors es él mismo". Es más, el presidente Mitterrand, el canciller Helmut Kohl y el propio González le expresaron meses antes de la cumbre de Maastricht su respaldo para una nueva renovación en el cargo.

El gesto de Kohl tiene un doble valor, porque hace un mes le ha reiterado la oferta por escrito y porque la opción Delors significa renunciar, de momento, al turno alemán. Con un alemán en la presidencia del Parlamento Europeo y otro en la Secretaría General de la OTAN, Alemania es consciente de que no debe ir aún a por todas para hacer más patente su peso de primera potencia de Europa.

De los restantes líderes de los Doce, ninguno pone reparos a que sea el hombre que ha reavivado el poder y el prestigio de la Comunidad Europea el que continúe gestionando el periodo de transición que se abre desde la cumbre de Maastricht. Incluso los dos años de prórroga permiten dar cumplimiento al poder incluido en el Tratado de Maastricht para que el Parlamento Europeo conceda la investidura al presidente de la Comisión Europea y los comisarios. En enero de 1995, una nueva Eurocámara, elegida meses antes, podrá aprobar el programa y los integrantes de un nuevo equipo de gobierno de la CE, y no verse relegada a tener que ratificar o rechazar una Comisión a mitad de mandato (los comisarios son nombrados para un periodo de cuatro años). En esa lógica, la mayoría de los países aceptan renovar a los actuales comisarios para la transición de dos' años. De los dos españoles, Manuel Marín ya ha aceptado continuar, y Abel Matutes está reconsiderando su decisión de irse a petición del Gobierno.

La tentación del Elíseo

Delors se ha entrevistado en el último mes dos veces con Mitterrand. La única posibilidad de que no siga al frente de la CE es que sea llamado para intentar solventar el desastre socialista en Francia hasta las próximas elecciones presidenciales. Pero a Delors le aterra esta misión de bombero y, según sus íntimos, prefiere reservar todas las opciones que le dan las encuestas para tentar en 1995 la suerte de la presidencia francesa antes de quemarse en el camino como un primer ministro de un Gobierno socialista o de coalición.

Para después del hombre que ha sabido elevar el cargo de presidente de la Comisión de la categoría de simple gestor designado a ser uno más del grupo de los grandes mandatarios, los Doce tienen claro que quien haya de sucederle ha de ser uno de ese club de elegidos. La CE ha pasado a ser algo demasiado importante como para dejarla en manos de un cualquiera.

La baraja de candidatos está todavía abierta, pero una ley no escrita dice que a un presidente de la Comisión Europea socialista le sigue uno democristiano o, a lo sumo, liberal. Ése es uno de los triunfos del candidato más destacado, el primer ministro democristiano holandés, Ruud Lubbers, quien se ganó la credencial de europeísta que le negaba alguno de los líderes del club en la cumbre de febrero de 1988. En la cumbre de Maastricht, después de una embarullada presidencia holandesa, el tesón de Lubbers para forzar el acuerdo le hizo volver a recuperar enteros.

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