Primera primaria
LAS ELECCIONES primarias celebradas en el Estado de New Hampshire el pasado martes -las segundas, tras el caucus de lowa, del largo proceso para la designación de candidatos a la elección de presidente de EE UU- no han servido para casi nada. Se trata de escaramuzas iniciales que no han despejado las incógnitas en el campo demócrata y apenas si han sido una advertencia a George Bush en el republicano.La lucha electoral adolece, en estos momentos, de una laguna importante que falsea el proceso: la ausencia de un gran candidato no declarado, por ejemplo, el gobernador demócrata del Estado de Nueva York, Mario Cuomo. Y es que, pese a la renuncia pública y oficial de éste, muchos demócratas esperan que acabe viéndose forzado a presentar su candidatura. Y aunque es posible que, como en la campaña de hace cuatro años, Cuomo tampoco lo haga en esta ocasión, para los restantes candídatos demócratas la aclaración es indispensable antes del verano si alguno pretende decantarse como adversario serio del candidato republicano. Mientras tanto, irán ganando las primarias los héroes locales (a los que no hayan hundido previamente la falta de fondos, los escándalos o el desánimo): en este caso, Paul Tsongas, seguido de Bill Clinton.
En el otro lado del espectro, el presidente Bush ganó la primaria aunque por muy estrecho margen sobre el candidato republicano de extrema derecha, Pat Buchanan. ¿Ha resultado por ello irreparablemente dañada su candidatura? Evidentemente no. Lo que ocurre es que, en la tesitura económica actual de EE UU y en un momento de baja popularidad del presidente, es muy difícil que Bush despierte oleadas de entusiasmo en nadie. Si, como se prevé, la situación económica mejora a partir de la primavera, parecería lógico que el actual inquilino de la Casa Blanca, cuya designación republicana a la reelección se da por descontada, viera incrementadas sus posibilidades de victoria en los comicios de noviembre.
Fuera del campo de la economía -los buenos resultados de Buchanan en New Hampshire son puramente circunstanciales-, la rivalidad Bush-Buchanan es interesante desde el punto de vista ideológico. Frente a un presidente volcado como líder mundial hacia el exterior, Buchanan se presenta como candidato renovado proponente de la fórmula de América antes que nadie, la vieja teoría aislacionista del sector republicano más derechista. El nativismo -sólo los descendientes de los cristianos blancos de Europa merecen vivir en el país- y, por ende, la xenofobia antiinmigrantes meridionales, la propuesta de solución de las dificultades, económicas merced al cierre de las fronteras comerciales y la retirada estratégica de todo ámbito que no sea el estadounidense son algunas de sus recetas. La historia ha demostrado que lo son para el desastre. Si Bush no es capaz de desmontar tales argumentos no merecería la reelección.
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