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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

De las entrañas de las cosas

Josep GuinovartGalería Antonio Machón. Conde de Xiquena, 8. Madrid. Hasta el 10 de marzo.

Pocas cosas definen mejor, en el tiempo de su trayectoria, la identidad compulsiva y fértil de Josep Guinovart como la idea de una curiosidad omnívora, movida incesantemente por una cadena de pulsiones contrapuestas. Así, esa curiosidad que revuelve sin pudor en las entrañas de todas las cosas, que se apropia a su capricho de lo necesario para alterar constantemente los elementos y reglas de su juego, tan pronto nos impacta por su sabia habilidad para moverse con insólita soltura en territorios enteramente nuevos como por la ingenuidad virtual que impregna tanto el hecho de que mantenga intacta su capacidad para asombrarse como por la osadía que, de tanto en tanto, comportan algunas de sus apuestas.

La grandezadel arte de Guinovart descansa, a su vez, sobre otra paradójica dualidad: en la generosa aventura que comporta esa impenitente dispersión y, al tiempo -secreta cualidad reservada a las almas intensas-, en el hecho de que siempre se sedimente de forma inequívoca una identidad continua en el continuo cambio.

Esa paradoja natural, que hace siempre transparente la voz íntima de Guinovart aún a través de sus quiebros más radicales, puede sembrar ocasionalmente confusión, de modo que, cuando alguna nueva metamorfosis no se corresponde con la teatralidad de las rupturas más extremas, pueda crearse la ilusión de una cierta regresión o estancamiento. En esa línea, ya apuntada, en la que se alterna el sentido de las querencias, el Guinovart de los ochenta se alejó explícitamente de la luminosa sensualidad que había marcado en su obra el final de la década anterior. De algún modo, su lenguaje parecía reencontrar las maneras más broncas y el oscuro desgarro en el que reconocíamos, con la- obra de los sesenta, la aportación más clásica de Guinovart.

El signo de la movilidad

Pero esa impresión es engañosa o, al menos, equivoca el sentido de ciertos síntomas. En primer lugar, bien que presidida por el signo de la movilidad, la obra de Guinovart garantiza precisamente la identidad en el cambio mediante la persistencia de ciertas obsesiones que, eso sí, se abren de continuo a situaciones nuevas. Ello conforma su carácter no tanto como una metamorfosis errática sino, esencialmente, como una exploración vertebrada en la que la apropiación del mundo exterior se funde con otra dimensión interior, la de la íntima estructura poética que conforma su carácter y que, a través de una exploración vertical, se nos revela como una, no menos, terra incognita, ilimitada e inagotable.

En ese orden de cosas, si determinados rasgos nos devuelven, una vez más, en estas obras -con las horadaciones, con los tratamientos agresivos de la materia, con la incorporación de objetos- ciertos rasgos recurrentes en la trayectoria de Guinovart que, en cierto modo, vendrían a representar la norma de su poética visual, no es menos evidente aquí la perspectiva enteramente nueva en que se resuelven esas pautas. Véanse si no, por ejemplo, esas piezas en las que el artista dispone varias hojas de plástico paralelas generando una sucesión escénica de planos que abren otra dimensión en su interés por la incorporación de una profundidad espacial real en el seno de la obra. Y en esos casos, el tema de la transparencia suma una mayor complejidad espacial al de la materia horadada.

Dos piezas fundamentales de la exposición suponen, por su parte, un capítulo singular dentro del interés de Guinovart por el objeto. Me refiero, por supuesto, a los dos grandes cuadros en los que el artista ha incorporado un elemento maquinal, un reloj y una especie de faro. En ambos casos, el carácter móvil de la pieza introduce un factor de temporalidad literal, cuestión íntimamente ligada a la poética esencial de Guinovart a través de ese aliento dinámico y germinativo que recorre, de un extremo a otro, su voluntad de despertar la energía que palpita en las entrañas de las cosas.

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